Recuerdos de Dharmasala

AutorTayde Bautista

Una de las primeras impresiones que el visitante percibe al llegar a Dharmasala, en la India, es la agradable diversidad de tonalidades, las túnicas de los monjes, las oraciones que ondean como banderas de los techos de las casas y los colores vivos de los templos que contrastan con la sobriedad de las sonrisas tímidas y sosegadas de los tibetanos.

Desde aquí, el Dalai Lama manda mensajes de amor y paz a la humanidad y lucha por la reivindicación de los tibetanos.

Mi primera aproximación a esta cultura fue a través de Tenzin Tsundue, un joven poeta que vivía en Mumbai. Era difícil calcular su edad: a veces parecía un niño inocente; otras, un viejo sabio; de constitución delgada, no muy alto, nervioso y tímido, no cesaba de hablarme del Tíbet.

Era mayo cuando decidimos tomar el camión que salía de la ciudad de Delhi e ir a Dharmasala.

El monzón aún no comenzaba y el calor seco junto con el polvo se detenía en la garganta; era insoportable, sentía que la cabeza me iba a explotar, parecía que tenía fiebre, respiraba con dificultad, extrañaba la humedad de Mumbai y sentir la ropa mojada pegada a mi piel, el calor seco me extenuaba.

Ir a Dharmasala significaba un reto; aunque el chofer del camión nos asegurara que el trayecto duraría 12 horas, no tendríamos la certeza de cuándo llegaríamos, lo que implicaba soportar los baches en el camino y, en consecuencia, el dolor de espalda por varios días, el estómago revuelto y no pegar el ojo en toda la noche... Aunque finalmente eso era lo de menos.

Me acordé de las palabras de Tenzin: "Quiero ir a Dharmasala y trabajar en la causa del Tíbet libre".

Si no podía llegar al Tíbet, pensé, por lo menos debía llegar a ese lugar, algo había que aprender de esa gente.

Contrastes

Viajaba con Liza, una joven de Filadelfia, dimos un salto dentro del camión que anunciaba ser de lujo.

El clima fue mejorando porque íbamos hacia las montañas, escuchamos "hindi pop", bajamos a mitad de la noche para sorber chai en unos vasos de dudosa procedencia, aguantamos los olores nauseabundos y las 20 horas de viaje, hasta que llegamos a Mcladganj, a las 6:00 de la mañana.

Al bajar, inmediatamente sentí la frescura del lugar característica de la montaña, respiré y me acordé de lo que mucha gente me había dicho antes: "Dharmasala no es la India". Era difícil explicarlo, parecía como si el aire fuera distinto.

Dharmasala está dividida en dos, el Bazar Kotwali, que es la parte baja, donde viven, en su mayoría, indios, y McLeod Gunj...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR