Rebanadas / Venido a menos

AutorCony DeLantal

Válgame, ¡en lo que vino a acabar el Silvano's! De aquel bonito e italianísimo ristorante de mantel a cuadros en la Plaza O2, tan formal como acogedor, nos lo cambian ahora por la burda informalidad de un pizza bar banquetero con servicio muy disminuido, en la esquina de Tamazunchale y Mississippi del Centrito Valle (alias Antrito Valle), donde ya estuvo aquella Clamatería que les dejó el local oliendo a borrachera.

¿Para qué rebajar a Silvano's a nivel de changarro cubetero con cena y lenguaje de botana? ¿Italian rolls? ¿WTF? Frases como ésa se leen ahora en su menú. Lo mismo que les pregunto yo, ¿WTF con Silvano's?

Nomás queman el nombre. Hubiera sido mejor cambiarle a otra cosa. En lugar de Silvano's debió haberse llamado "Sinmanos", porque además no hay ni quién te atienda.

O sea que después de Silvana sin Lana ya tenemos esta otra novela que se llama Silvanos sin Manos, donde es un solo mesero el que se hace garras con todos los comensales y bebensales, que encima son bastantes, por la pura inercia de esa transitada esquina.

Y cuando empieza a subir de tono la noche, ese único y atolondrado mesero se convierte en barman y se le olvida ser mesero otra vez. En pocas palabras, nos abandona a la suerte a los que estamos cenando para dedicarse enteramente a los que están bebiendo, seguramente por instrucciones del contador, que es el que sabe que le sacan mucho más al alcohol que a las pastas.

El local también está fatal, dejado a la buena de Dios, con mesas que lucen el paso de litros y litros de clamato y unos baños sucios y descuidados que te motivan a aguantarte las ganas.

La experiencia es cien por ciento callejera y muy sufrida, donde estás a merced del aroma a mofle y de los vendedores ambulantes que pasan ofreciendo desde lamparitas láser hasta empanadas y campechanas, como si estuvieras en playa pública, con un jijo calor que los chinchurrientos abaniquitos nomás no aminoran.

Pedimos de cenar los mentados rollitos (140 pesos) que resultaron más bien una especie de calzone partido en triángulos, tipo pizza rellena. Además probamos un espagueti pomodoro (también de 140 pesos) que terminamos confeccionando con tocino y aceitunas, después de que años después vino el barman (mesero en sus ratos libres) a decirnos que no tenían en la cocina los ingredientes que originalmente queríamos.

No estuvo mal la sazón y fue eso lo que ahora salva a este escrito de quedar estéril. El único justo en Sodoma. La sola razón para aguantar tanta...

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