Rebanadas / Sabor espiritual

AutorCony DeLantal

En esa afanosa búsqueda del chal culinario y la saciedad de mi apetito (periodístico por supuesto), me topé con un restaurante vegetariano: el Hare Krishna, de la comunidad del mismo nombre, en Abasolo casi esquina con Diego de Montemayor, en el Barrio Antiguo, y me lancé con mi marido a terapia de cenación en pareja, que es igual que la de sanación, pero con cena incluida.

La de ellos es una cocina muy espiritual y contemplativa. Te quedas laaargo rato contemplando el plato mientras descifras qué fregados es lo que te sirvieron.

Ahí le llaman con humildad cortadillo, albóndigas, filete o cebiche, pero detrás de esos términos terrenales está la salvación del alma y de la figura: gluten, soya y flora diversa, sólo que con un condimento muy hindú, que expide ese intenso aroma así como de túnica después de repartir folletos. Es por el curry, comino, clavo y otros herrajes más fuertes que usan los krishnas para amacizar el sabor y purificar desde el espíritu hasta el esófago.

Ni te atrevas a acercarte si no tienes el temple para afrontar la cocina vegetariana con sesgo hinduista, pero si eres muy open mind, o mejor dicho muy open mouth, y le abres la boca a otras doctrinas gastronómicas o a cualquier cuchara que venga de avioncito, no dudes en darles una visitada a nuestros krishnas locales, porque además es toda una experiencia cultural que te va a sumar conocimiento.

Fíjate, no toman alcohol, pero tampoco café ni té porque aseguran que también intoxican. Son estrictamente vegetarianos: nada de carne, huevos o pescado y ni siquiera cebolla o ajo porque dicen que afectan el estado de conciencia... supongo que del de enfrente, que de seguro se te desmaya cuando empieces la conversación.

Ahí están ellos en la cocina, mesereando a ratos, a veces enfundados en sus más puras tradiciones y otras no tanto (como el muchacho que nos atendió, que llevaba su típico corte a rapa con coletita, pero con su camiseta de la Selección bien puesta, algo así como un Hare Chícharo), gustosos también de compartir su cultura y su conocimiento.

A mi marido lo tenían enlelado; ni me pelaba por estar platicando con ellos sobre su disciplina y sus dogmas. Nomás no te me conviertas en krishna, mi amorcito, porque tú sí te verías como botarga de Disney, mezcla de Kung Fu Panda con genio de Aladino.

Claro que no se iba a quedar callado este insolente aspirante a monje loco que tengo por marido. ¿Con qué crees que me salió? Que no me contestaba una...

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