Rebanadas / Sabor atómico

AutorCony DeLantal

Casa María fue un restaurante fugaz de la Plaza Chroma. Recuerdo que el día que lo visité le eché un sermón a su cocina adolescente como el que les doy a mis hijos cuando tengo sé que pueden mejorar. A fin de cuentas nadie me hace caso. Mis hijos se han logrado de milagro, pero el restaurante no corrió con la misma suerte.

No resultó una buena experiencia aquella mía en Casa María. Fue en el año 2017 A.D. (antes de la dieta) cuando ahí me zumbé una triste torta ahogada que me dejó puros kilos de oquis y a Chente retumbando en mi mente con aquella que dice "de qué maneeera te olviiidooo".

Me vi forzada a buscar ayuda. Y fue cuando la muy facultosa de mi gastroanalista, o sea, mi nutrióloga, me prohibió las tortas ahogadas. Eso y mil cosas más. Por supuesto que no volví a Casa María. Tampoco con la nutrióloga.

Hoy que paso frente a ese local del tercer piso de Chroma, justo entre El Indio Azteca y La Central, me percato de que en la agonía que dejó Casa María ahora existe radiante otro restaurante.

Se ostenta como Átomo, tal vez el superhéroe que ese local necesita para sacudirse al villano de la sal. El nombre reconforta mi conciencia. Platillos y partículas pequeñas pensé yo. Entremos sin remordimientos marido mío, le dije a mi fiel compañero que siempre engorda a mi lado.

Primera impresión: wow, me quedé así ira, como meme de WhatsApp. Formal, elegante, lucidor, hasta un poco afrancesado diría yo.

Esa noche nos tocó también un trío de jazz que le dio un toque encantador a la noche.

Grande Átomo en todos los sentidos: en espacio, en ambientación, en sabor e incluso en porciones. Y por supuesto en las cuentas. Átomo es entonces una falacia si me permiten opinar.

Grande también la ensartada que me dio el mesero. Y te la platico al final porque no quiero aguar la fiesta desde orita. Ése fue el único prietito en la materia.

Su carta es 90 por ciento mar profundo. Lo sospeché cuando vi las escafandras y los trajes de buzo que decoran el recinto. Y lo comprobé cuando empecé a probar las alimañas aguanosas que te ofrecen de entrada en su rebuscado menú marino.

El ceviche de conchas (185 pesos) llegó en 4 de ellas de muy buen tamaño, rellenitas de almejas y ostiones picados y salseados con un retrogusto a marisco intenso, como para ir acostumbrando al paladar a sobrevivir en altamar.

Ya entrada en gastos y gestos ora sí me aventé a lo hondo con un shot de erizo (85 pesos), que te presentan en un vasito tequilero con jugo de sake y lo que llaman...

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