Rebanadas / Restaurantazo

AutorCony DeLantal

Azia ya llegó. Llegó a Chroma y llegó con zeta, disléxico de nombre y tan creativo como los que ven las cosas al revés. Para fines prácticos, todo lo que te quiero contar de Azia lo puedo resumir en tres letras: ¡wow!

El problema es que me sobra toda una columna por llenar, así es que, mientras veo que más te invento, voy avanzándole con algunos pensamientos y expresiones random que me brotan de aquella vivencia en este místico restaurante de esplendorosa ambientación: Uuuffff, bello, ohhh, exótico, mmm, suculento.

Hoy amanecí adjetivadora. Y ahí te van más calificativos al azar para ir haciéndole antesala a lo que te voy a platicar sobre Azia: fregonsísimo, elegante, moderno, detallista, sorpresivo, tecnológico, confortable, gourmetísimo...

Ora sí. Va mi experiencia minuto a minuto. Mi primer contacto fue con una cara divertida y amigable, la de Efoe de Togo (Efoe es su nombre y Togo su país). Ahí entiendes la dislexia de Azia, porque realmente sientes que estás entrando en África cuando tú esperabas algo oriental.

Efoe llegó del continente negro a Guanajuato con una compañía de danza y se quedó a ser feliz en México, hasta terminar como nuestro animoso host esa noche. Domina 5 idiomas más 2 dialectos, y al hablar parece mezclarlos todos. Te divierte sólo con su acento. Se ríe divino. Contagia entusiasmo. ¡Qué místico y hermoso personaje! ¡Me lo quiero llevar a mi casa! Dejo marido y pago diferencia.

Después de esta probada de África viene algo de Hawaii y otro tanto de Tailandia cuando nos adentramos en su atmósfera cavernosa, colorida y discretamente selvática, con tal misticismo y tanta tecnología que ya me brinqué a Japón.

Aquí hay excesivo personal y sobrado presupuesto. Noto serio a mi marido. Seguramente ya está haciendo cuentas y pensando en pagos diferidos.

Curioso, porque de buenas a primeras su carta no se lee cara, pero es el viejo truco de las porciones. Como tasar un collar diamante por diamante. A la hora que sumas las piezas, las de sushi en este caso, terminas por pagar una fortuna.

Sin embargo, la mente tiende a justificarlo cuando el paladar se regocija. Esta cocina es maravillosa. Se pasea entre las pupilas y las papilas con mucha elegancia y sobrada consistencia.

Por encima de cada mesa baja un intenso haz de luz que convierte cada plato en una celebridad. Yo quisiera entregar un Óscar a cada uno de los que probé por su destacada actuación.

Me encantó el performance de la Langosta Dinamita (350 pesos), mi platillo...

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