Rebanadas / Lo nuevo en Punto Valle

AutorCony DeLantal

Esta semana abrieron al mismo tiempo Morris & Clark y Parrilla Urbana, uno frente a otro, los primeros dos valientes en el área de restaurantes de ese segundo piso a medio terminar, donde sigue habiendo más albañiles que clientes.

El camino para llegar a una de esas mesas está lleno de polvo, martillazos y aroma a cemento húmedo. Y aparte adivínale, porque entre ese laberinto de estructuras y escaleras ni siquiera hay un méndigo letrerito que te diga por dónde. Guíate por el ruido y llegarás.

Y cuando por fin das con ellos y entras queriendo abrir una cerveza para festejar que ya llegaste, te dicen que no se puede, porque aún no tienen el permiso del Municipio para venderlas.

Deja tú, qué humor tan negro el de esta Parrilla Urbana, porque, a pesar de que aún no cuentan con el mentado permiso, sí mantienen llena de cheve esa especie de hielera que existe centrada a lo largo de tu mesa, pero con un letrerito que advierte que no las puedes tocar...

¿Has visto ese meme del perrito chihuahueño con un ojito entrecerrado? Haz de cuenta la cara de mi marido diciendo "cuánta maldad, de veras".

Esa noche no fue una buena noche. No sólo tuvimos que aguantarnos la tentación del trago, sino también la mala acústica y una cocina que se pasó de condimentada en todos los platillos que ordenamos. Y este teclado no tiene emojis para aderezar mi comentario, pero imagínate aquí unos changuitos tapándose los ojos, los oídos y la boca.

Esta Parrilla Urbana es de los mismos del Sonora Grill, pero no se salva de los arranques desafortunados que sufren muchos, a pesar del supuesto respaldo y experiencia que tienen con la marca.

El concepto en sí está padre. Es la típica cantina moderna, estilosa y amiguera. Y tiene todo el sello del Sonora Grill, pero en un ambiente aún más relajado. En el menú no hay sorpresas, es lo de siempre: cortes, tacos, hamburguesas y mucha cheve (de adorno hasta el cierre de esta edición).

Líneas atrás me quejaba de su mala acústica, y, perdón, tal vez "mala" no es la palabra que debí usar. Debí decir desastrosa. Incluso, ya con las limonadas servidas (acuérdate que no hay cheve), anduvimos de mesa en mesa hasta encontrar por fin alguna donde la tortura auditiva fuera más leve.

Parte del problema es ese sonido grave, sordo y constante de los aires acondicionados que tienen modernamente expuestos como si se tratara de presumir el cuarto de máquinas. Rumban como turbina de Viva Aerobús en horas extras. Y perdón si soy sensible, pero así como...

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