Rebanadas / Corazonada

AutorCony DeLantal

Sufrí pero cumplí. Esta semana te traigo el chisme de los dos restaurantes nuevos de Pueblo Serena que en mi columna pasada me comprometí a viborear.

Lo que más me dolió fue el gasto, pero el de gasolina, porque me queda bien lejos esa méndiga plaza. Claro, es hermosa, me encanta estar ahí, y hasta me podría haber quedado a dormir en una banca, sobre todo porque ya traía el foquito de la reserva prendido.

En la primera vuelta le di una repasada con toda la familia al recién abierto -y muy llamativo- Chapulina, y al día siguiente regresé con mis comadres a La Corazonada, con la corazonada de que me iba a quedar tirada.

Por supuesto que ni de loca me habría aventado esa cola kilométrica en la única gasolinera que vi abierta. Te juro que había que darle la vuelta al mundo; y me hubiera tardado los mismos 80 días que en la novela de Julio Verne. Ahí estaría todavía, sin cenar y sin chisme para contar, así es que me la jugué.

Sí señor, el cielo es de las arrojadas, aseguraban los aztecas. El focote prendido y yo serena como la plaza. Dicen que la mente es poderosa. Piensa que sí llegas y llegarás. ¡Oh yesss! Sin problema vine, vi, vencí, cené, disfruté y reí con mis comadres.

De regreso fue cuando ya no llegué. Ups. Y el insensible de mi marido me armó un escandalito. Ni era para tanto, le dejé la camioneta bien cerquita de la casa, como a 5 cuadras.

En fin, gracias a mi osadía y esa corazonada te puedo contar la historia de La Corazonada. Lo abrieron donde estuvo el Casagrande, la sucursal que no pegó. Curioso, pero nunca fue el mismo Casagrande. Como que en el trayecto de Vasconcelos para acá se les enfriaron los frijoles y también el encanto.

Ahora el reto de La Corazonada es hacer la diferencia en un local chamuscado que heredó tal cual, sin cambios ni novedades. Pero no quiero hablar de corazonadas, prefiero remitirme a los hechos.

Esa noche (entre semana) seguía aún el fantasma del Casagrande rondando por la terraza con su vientecillo helado. Nadie más que nosotras y nuestra belleza sobresalía entre el mar y la luna. El mar de mesas vacías y esa luna grandota y hermosa que venía de sonrojarse con su eclipse del día anterior.

Finalmente nos la perdimos, porque era demasiado el frío y preferimos meternos. Uy, adentro también estaba bastante frío. No de clima pero sí de ambiente.

Sabes que no tiene chiste juzgar el servicio cuando eres la única que están atendiendo (en pocas palabras los meseros la traían robada) así es que de eso no cuento...

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