Rebanadas / Cometa revisitada

AutorCony DeLantal

Pensé que ya era momento de regresar a Cometa, ese restaurante algo hípster del casco urbano de San Pedro (en la calle Libertad) que se esconde detrás de una fachada de tendajo de pueblo y te revela una atmósfera de mesas formales y cocina de autor tras un pasillo oscuro y misterioso.

Después de haberlo estrenado hará no me acuerdo qué tantos meses, volví con mi marido y una pareja de compadres que jamás habían estado ahí. La broma es inevitable. Los hicimos creer que íbamos a una simple taquería de barrio, porque eso aparenta desde la banqueta.

De repente, ¡sorpresa!, nos abrieron la puerta a un glamuroso restaurante que parece de esos sitios donde sólo entras por recomendación de un conocido, tipo esos bares secretos que se han puesto tan de moda.

Ahí terminó la broma... y por poco la amistad. A mi comadre no le hizo mucha gracia porque iba en fachas, según ella a fodonguear en un changarrito y le salimos con cena en restaurante fancy. Me lo estuvo recriminando toda la noche.

Los cocteles siempre son una buena excusa para romper el hielo o limar asperezas, y los de acá cumplieron el propósito. Ya con un par de esos que llaman "Yerberito" (133 pesos), con mezcal, yerbabuena y sepa Dios qué otra yerba, mi comadre fue aflojando su cara dura y finalmente me devolvió la palabra rumbo al final del primer tiempo.

El menú es corto y muy al estilo de un botanero, con la intención de compartir. La mesera, muy amable y exageradamente explícita nos envolvió y nos revolvió tanto con sus minuciosas descripciones que quedamos donde mismo.

Después de tan sofisticada explicación terminamos pidiendo unos simples sopes de lechón (98 pesos c/u). Y digo simples, porque si esto venía de los mismísimos autores creativos del Koli, esperaba algo más que "unos simples sopes de lechón", rescatables sólo por la masa que llevaba un ligero sabor a chile poblano. Y lo mismo con los huaraches de betabel, que ni fu ni fa. Sin pena ni gloria.

Por lo visto sigue Cometa en las mismas. Cena para foto. Ya con dos visitas a cuestas empiezo a entender que sus creaciones son bastante más instagrameables que digeribles. Y es que estos muchachitos Rivera Río son una especie nueva de chefs que pareciera que cocinan para las redes. Se preocupan tanto por la estética que el sabor es lo de menos.

Y esto lo tienen claro hasta los meseros, pues antes de cortar o revolver los ingredientes de cada plato nos preguntaban si le queríamos sacar foto para el Instagram.

Lo que sí me calló la...

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