Quedan rastros del caos y pánico

AutorMarcos Vizcarra

CULIACÁN.- La ciudad olía a humo, pólvora, sangre y rabia. Fue un golpe fulminante a Culiacán.

Miedo. Terror. Desesperación. La sangre se quedó regada en las calles. Seca y brillosa. Los rastros quedaron por todo el sector Tres Ríos, Santa Fe, Las Quintas, Chapultepec y el Centro de Culiacán.

"Había balazos por aquí y por allá, nosotros tenemos un negocio aquí de comida y toda la gente se metió", recuerda Víctor Solís, comerciante del sector.

"(La gente estaba) asustada, había dos mujeres embarazadas. Estuvieron como tres horas, hasta que se calmó todo, ya que no se escucharon disparos, porque se escuchaban muchos disparos... por aquí, por allá, por allá, por acá, por acá... había muchos disparos".

Culiacán amaneció en silencio. Angustiante. Un día antes, cuando se anunció la suspensión total de clases, también se decidió no salir de casa. Fue un toque de queda no oficial, porque de madrugada todavía sonaban los balazos, se seguían quemando carros, tráileres y camionetas del Ejército en las calles.

Eran los rastros de los bloqueos y el control del Cártel de Sinaloa en una ciudad que quedó a su merced y chantaje para evitar que Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", fuera detenido.

Eran las 6:00 horas y no había nadie en la calle.

A esa hora todavía permanecían a la intemperie al menos cinco cuerpos en el Fraccionamiento Ángeles y el bulevar Enrique Sánchez.

Nadie caminaba ni salía a correr. Por todos lados había negocios cerrados.

Eran gasolineras, supermercados, tortillerías, abarrotes, restaurantes, farmacias, tiendas de conveniencia con las cortinas abajo.

La ciudad permaneció paralizada, aunque una noche antes Gobierno del Estado aseguraba tener el control.

A las 7:00 horas el Aeropuerto de Culiacán...

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