PULSO ECONÓMICO / La política fiscal

AutorJonathan Heath

A todos nos queda claro que hasta ahora una de las principales promesas incumplidas de este Gobierno es la del crecimiento económico. De llegar a crecer 2.7 por ciento este año (la proyección de la SHCP), la tasa promedio de los primeros 2 años de gobierno será 1.9 por ciento, por debajo del promedio de los últimos cuatro sexenios e incluso menos que el promedio de los últimos 32 años. Hace 2 años, nos dijeron que si de aprobarse una serie de reformas estructurales, a estas alturas ya estaríamos creciendo por encima de 5 por ciento. Sin embargo, a pesar de tenerlas ya todas publicadas en el Diario Oficial, nos cambiaron el discurso: resulta que los beneficios se darán en el mediano o largo plazo. Si bien nos va, será a partir de la segunda mitad del sexenio, pero si no, por lo menos a partir del sexenio entrante.

En estos 2 años, muchas cosas han pasado. Quizá lo más importante es la realización de que las reformas no son la panacea y que será muy difícil crecer si no fortalecemos las instituciones, el Estado de derecho y los derechos de propiedad, junto con un combate frontal a la corrupción, la informalidad y la disolución de los poderes fácticos que protegen los monopolios y el abuso del poder. ¿De qué sirve reformar la Constitución y cambiar las leyes si no existe el pleno respeto y cumplimiento de las mismas? En otras palabras, estructuralmente no estamos listos todavía para crecer a mayores tasas.

Fueron muchos factores los que explican la desaceleración y estancamiento de la actividad económica a partir de este sexenio. De entrada, dependemos mucho de nuestras exportaciones, y el entorno externo no ha sido del todo favorable. Sin embargo, si analizamos cada factor a fondo, encontramos que lo que más ha limitado el crecimiento es la política fiscal. Primero, fue el proceso de consolidación fiscal y un subejercicio del gasto que casi empuja la economía a una recesión el año pasado. Posteriormente, vino la reforma hacendaria que se limitó a ser un esfuerzo recaudatorio profundo con efectos negativos en el ingreso personal disponible de los hogares y un golpe irremediable a la confianza del consumidor y empresarial. Peor aún, el esfuerzo recaudatorio no sólo se limitó a quitarles más ingresos a los hogares y empresas, sino también a incrementar significativamente el déficit fiscal y la deuda pública, desplazando recursos que pudieran haberse destinado a inversiones del sector privado. Finalmente, nos encontramos con la sorpresa de que a...

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