Proyecto Familia/ Urgencia mundial: Educar en el amor

AutorFernando Pascual

El odio puede nacer de varias maneras. Un adulto empieza a odiar porque ha sufrido una injusticia o, en casos más graves, porque ha visto cómo asesinan a un familiar o a un amigo.

Tal vez uno odia porque ha dejado crecer en su corazón una envidia, un desprecio indefinido y confuso hacia una persona o grupo.

Otras veces el odio es el resultado de un cierto ambiente familiar o social. Algunos odian porque se les ha enseñado desde pequeños que otros (blancos o negros, chinos o rusos, cristianos, judíos o musulmanes) son, simplemente, "malos".

Se aprende en casa

La familia no sólo existe para promover la ayuda y el cariño entre los que forman parte de ella, sino para desarrollar entre los hijos una serie de virtudes que son fundamentales para la convivencia con los demás hombres y mujeres que viven en nuestro planeta.

El comportamiento de mañana depende de lo que hoy cada hijo respira en medio de las caricias o de las discusiones de sus padres.

El niño aprende a pensar en casa que los vecinos son amigos o son enemigos; que los niños y las niñas merecen el mismo respeto o si es mejor ser hombre que mujer (o al revés).

También aprenden que hay que respetar o despreciar a los que son de religión distinta de la propia. A seguir las reglas de tráfico, respetar los juguetes que se encuentran en una tienda, ayudar a un anciano a cruzar la calle.

Todo eso será posible si en su casa ven que sus padres les dan ejemplo y les enseñan las normas fundamentales de educación y de respeto.

Lo mismo es para la escuela

Para muchos niños la escuela es una oportunidad especial para convivir con otros pequeños.

Si en la calle escogemos los amigos con los que vamos a jugar, en la escuela nos sentamos con otros compañeros que quizá pueden resultar antipáticos, pero con los que hay que estar durante varias horas al día.

Aquí nace uno de los principales retos para los maestros: ayudar a todos los niños a tener un verdadero cariño para con los que viven junto a ellos, aunque tengan los ojos torcidos o tartamudeen cada vez que se les pregunta un problema más difícil de matemáticas.

Una labor social

Pero ni la familia ni la escuela son suficientes. Toda la sociedad tiene que organizarse de forma que los niños y los adolescentes (e incluso los adultos) vean que el respeto y el amor son lo más importante.

Es cierto que el amor no puede ser mandado por la ley, pero también es verdad que sí puede exigir el respeto hacia tantos hombres y mujeres que, por desgracia, son víctimas...

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