Proyecto Familia / El arte de envejecer

Diana Rodríguez de Ibarra

Se dice que no hay edad que marque el inicio de la vejez, sin embargo, es la naturaleza la que indica su llegada y la anuncia con los cambios hormonales, las arrugas en la piel y el pelo blanco.

El espejo no miente y nos confirma diariamente que el aspecto jovial ya no está, aunque la mente ágil y la vitalidad todavía acumulada se resistan a reconocer que la edad madura ya llegó.

De acuerdo con los criterios de la edad se considera que una persona llega a la etapa de la ancianidad a partir de los 60 años y con frecuencia la imagen que evoca la palabra "anciano" o "viejo" es la de una persona endeble, que apenas camina con bastón y dormita en una mecedora.

En épocas anteriores esto pudo ser verdad porque el promedio de vida de los hombres y mujeres oscilaba entre los 40 y 45 años, mientras que en la actualidad se acerca a los 75 años y se espera que dentro de 20 a 25 años se alcancen los 100 años.

Por estas razones ya es tiempo de reivindicar el concepto de viejo, pues generalmente se habla de la vejez en forma despectiva, como si llegar a la edad avanzada fuera algo malo.

La cultura es una importante influencia en la aceptación del envejecimiento. Las creencias y costumbres afectan las percepciones acerca de la ancianidad; por ejemplo, en los países orientales, los ancianos permanecen activos y pueden desempeñar funciones culturales y honorables, son venerados y se les da el mejor trato y son consultados acerca de las decisiones importantes.

En Tailandia a los viejos se les trata con reverencia y se les dan los lugares de honor en todas partes, especialmente en la mesa familiar.

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