De Política y Cosas Peores / Respeto a la ley

AutorCatón

Un ingenuo joven llamado Simpliciano Pendejier viajó a la gran ciudad y conoció en el bar de su hotel a una mujer. Al instante se prendó de ella creyendo que era mozuela, pero tenía muchos kilómetros recorridos, y todos de terracería. La daifa lo llevó a una habitación del propio hotel y ahí le enseñó cosas que Simpliciano jamás había visto, y otras que nunca había hecho. Al terminar la erótica delectación, Simpliciano le dice a la pendona con expresión de arrobamiento: "¡-Qué noche tan hermosa! ¡Me gustaría conservar un recuerdo de esta noche de amor!". Responde ella: "-Cómo no. Ahora que me pagues te daré un recibo"... He aquí una más de las historias de Empédocles Etilez, ebrio consuetudinario apodado en el bajo mundo "El Corcho" porque siempre anda pegado a la botella. Aquella noche llegó a su casa bien borracho, como era su costumbre. Pero en esa ocasión venía a pie. "-¿Dónde dejaste el coche, desdichado?" -le pregunta hecha una hidra su mujer-. "-Por Hidalgo" -responde con tartajosa voz el temulento. Y así diciendo cae despatarrado en su cama y empieza a dormir la mona con grandes ronquidos sonorosos. Al día siguiente le dice con alarma su mujer: "Buscamos el coche por toda la calle de Hidalgo y no lo hallamos". "-No está en Hidalgo -replica traanquilamente el tal Empédocles. Lo dejé en Aramberri". "-¡Maldecido! -exclama la mujer, que era muy dada al uso de apóstrofes magnílocuos. "-¡Me dijiste que lo habías dejado en Hidalgo, no en Aramberri!". Con cachaza explica el borrachón: "-Es que cuando llegué no podía decir 'Aramberri'"... El barbero novato estaba afeitando al pobre señor que por desgracia cayó en sus manos. De pronto, el cliente le pide al inexperto fígaro: "-Préstame una navaja, por favor". "-¿Una navaja? -se...

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