DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Para animarse

AutorCatón

Don Augurio Malsinado salió de su casa esa mañana y de inmediato supo que aquel día no iba a ser su día. Y es que le cayó en la cabeza una cagarruta de ave. ¿Puede haber señal más ominosa? Es feo que te caiga una caca de pájaro, aunque sea de ruiseñor. Y ésta era de cuervo, ave de mal agüero por más que sea la primera criatura animal que en la Biblia se menciona por su nombre. El oscuro presagio, en efecto, se cumplió. Perdió el paraguas; un ciclista casi lo atropelló, y se enteró de que su cuñado había hecho un gran negocio. ¡Qué cierto es eso de que las desgracias nunca vienen solas! Don Augurio pensó, desolado, que vivía en un ecúleo, con la agravante de que ni siquiera sabía qué es un ecúleo. (Nota de la redacción: era un aparato, especie de potro, que servía para dar tormento). Decidió poner fin a sus días, pero le vino un pensamiento súbito: si ponía fin a sus días también pondría fin a sus semanas, sus meses y sus años. No pudo soportar la idea. Seguiría viviendo, aunque fuese sin paraguas y a pesar de los ciclistas y los éxitos de su cuñado. A fin de darse ánimo se puso a leer los cuentos que ahora siguen... Un hombre bebía solo y triste en la barra de la cantina. Le preguntó el tabernero: "-¿Qué le sucede, amigo?". Respondió el tipo: "-Encontré a mi mujer desnuda en el taller de un pintor". El cantinero trató de consolarlo: "-Muchas mujeres sirven de modelo a los pintores". Replicó, hosco, el sujeto: "-Éste era pintor de coches"... Ya conocemos a Capronio, sujeto ruin y desconsiderado. Un día llegó a su casa a las 6 de la mañana. Su aliento trascendía a chínguere del peor; lucía en el cuello de la camisa manchas de rímel y bilé. Le ordenó a su esposa: "-Hazme unos chilaquiles bien picosos". La señora se rebeló, enojada: "-¡Que te los hagan las viejas ésas con las que andas!". Replicó, magnílocuo, el cínico individuo: "-¡Por favor! ¡Ellas son artistas, no guisanderas!"... Don Cacariolo, soltero entrado en años, era hombre de costumbres morigeradas. Guardaba una rutina que ni el estallido de la Tercera Guerra Mundial habría alterado: los domingos iba a misa, los miércoles al cine, y los viernes acudía a la casa de la...

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