DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

No sé si este relato sea erótico o sea histórico. Ojalá no sea esto último, pues eso le quitaría interés. En aras de la objetividad a que está obligado el escritor trataré de narrarlo imparcialmente, por más que la objetividad estorba mucho cuando se trata de conseguir algún efecto literario. Va, entonces, el relato, cargado tanto de erotismo como de historicidad... Eran tiempos de la revolución. De la revolución constitucionalista. Aquel hombre y aquella mujer se conocieron en Piedras Negras, entraron en amores y juntos los dos, sin matrimonio que los obligara, se fueron de esa ciudad hacia Torreón. Empezaron a vivir la vida azarosa de "la bola". La mujer seguía al hombre a todos lados: estaba con él en los cuarteles; lo esperaba cuando la tropa salía a combatir; se acostaba a su lado y hacía el amor con él en malos hoteluchos o en el vivac, sobre la tierra y bajo el cielo. Eran tiempos de revolución. De la revolución constitucionalista... Cierto día viajaban en tren por una llanura del noroeste. De Coahuila habían ido a Chihuahua, y ahora se dirigían a Sonora. La tropa se apiñaba en el tren; había gente hasta en el techo. Sentados al lado de una ventanilla el hombre y la mujer veían pasar el monótono paisaje. Parecía que en toda la extensión había un solo cactus, una sola cerca de alambre, un solo poste de telégrafo. Todo se repetía hasta el cansancio. De súbito aquella árida visión se enriqueció. En la ventanilla apareció un par de bien torneadas piernas de mujer. Pertenecían a una soldadera que viajaba en el techo del vagón. El hombre se excitó a la vista de aquellas mórbidas redondeces. Sin medias, la desnudez de las carnes morenas era realmente apetecible. "¿Te gusta lo que ves?" -le preguntó la mujer a su hombre. Vaciló él al contestar, pero al fino lo hizo: "La verdad, sí". "Claro -aceptó la muchacha-. Eres hombre; te tiene que gustar. Yo sé de quién son esas piernas. Hace rato me asomé por la ventana y platiqué con la dueña. Es mi amiga; nos conocemos bien". Y añadió después de una pausa mirando fijamente al hombre: "Si se te antoja, te la puedo conseguir". El hombre se...

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