DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Malos políticos

AutorCatón

La señora sorprendió a su marido en el lecho conyugal con otra mujer. "Perdóname -se justificó él-. Pensé que habías cambiado de peluca"... El Padre Arsilio vio en la plazuela del lugar a un corro de chiquillos que, sentados en el suelo, rodeaban a un pequeño perro. Entre ellos estaba Pepito, cuya conducta traía siempre al buen sacerdote al mal traer. Su última hazaña consistió en filmar los acoplamientos de las palomas en el campanario de la iglesia parroquial, y luego proyectar esas escenas en la mismísima pared del templo, para deleite de los vagos del pueblo y escándalo de las beatas, que una y otra vez acudieron a ver la filmación a efecto de estar seguras de su inmoralidad. Fue tal el revuelo provocado por ese acontecimiento que la señorita Peripalda, catequista, se sintió obligada a dar una conferencia a las socias de la Congregación Luciana, disertación que intituló: "El infierno aguarda a nuestros hijos". (Ese nombre fue objeto de críticas veladas, pues ella no los tenía). Cuando el eclesiástico vio a los muchachillos fue hacia ellos y les preguntó qué hacían. Pepito le explicó: "Encontramos en la calle a este perrito, y acordamos que el que diga la mayor mentira se lo llevará a su casa". "¡Malaventurados! -clamó con santa indignación el párroco-. ¡Mentir es una gafedad del alma! Aprended de mí, que escogí la verdad. Veritatem dilexi. ¡Jamás en mi vida he dicho una mentira!". Pepito se vuelve hacia sus amigos y les dice cariacontecido: "Ni modo, compañeros. Tendremos que darle el perro al señor cura"... El subdesarrollo económico es ciertamente preocupante -sobre todo el mío-, pero más debería inquietarnos el subdesarrollo ético que muestran quienes forman la clase política de este país. Lejos de mí la temeraria idea de contrariar las tesis de ese maquiavélico señor llamado Maquiavelo. ¿Quién puede contradecir a un florentino? Sostuvo él que la moral es ajena a la política, oficio que se rige por sus propias normas, no por las que obligan al común de los mortales. Yo, timorato que soy, considero que el ejercicio político debe estar presidido, al igual que todas las acciones humanas, por la idea del bien. No quiero aparecer grandilocuente, altísono, ampuloso, rimbombante, campanudo o altitonante, pero pienso que la suprema...

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