Plaza Pública/ Vísperas chiapanecas

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Cuando faltan menos de dos semanas para la elección de gobernador en Chiapas, el clima político se ha tensado hasta extremos muy riesgosos por violentos. Lo más grave de todo es que el escalamiento de agresividad esconde tal vez una pretensión deliberada de estorbar la celebración de los comicios, apartando por temor a la gente del resto de la campaña o de las urnas. O de plano de la intención de impedir la jornada electoral en que el PRI ahondaría su tumba.

La coyuntura chiapaneca está cargada de peculiaridades. A su condición estructural de estado cuya población es la más pobre del país, lamentable rango que no ha perdido pese a las sumas millonarias canalizadas a la región después de la insurgencia zapatista, se agrega la singularidad de que subsista allí una doble guerra. Una es la formal, declarada por el Ejército Zapatista, interrumpida por una larga tregua, y a la que se busca poner fin mediante un diálogo al mismo tiempo suspendido y necesario. La otra guerra es una de baja intensidad que todos los días cobra víctimas, auspiciada por un armamentismo que torna mortales los enfrentamientos internos en las aldeas o entre pueblos o regiones; y por la lenidad con que actúan los grupos paramilitares adosados al poder.

Uno de ellos, manifiestamente vinculado al PRI, que se hace llamar Paz y Justicia aunque persiga exactamente lo contrario, asaltó el jueves pasado a una comunidad que simpatiza con el zapatismo, en el municipio de Yajalón. Sesenta y una familias chontales fueron desalojadas con violencia, y sus casas incendiadas tras un ataque con granadas. Refugiados en las montañas cercanas, esos simpatizantes zapatistas aumentan el número de desplazados, cuya tragedia afecta a miles de chiapanecos como una consecuencia de la guerra de baja intensidad. Los expulsados del predio Paraíso o Tierra y libertad tienen justificados temores: quienes los agredieron disponen de armas de alto poder y entrenamiento militar, como los que asesinaron a 45 personas, a mansalva, en Acteal, en diciembre de 1997. Paz y justicia reivindicó el sábado la autoría del atentado, que hubiera sido grave en todo momento y reviste mayor peligrosidad en las vísperas electorales.

Más directamente vinculada al proceso comicial fue la agresión sufrida el viernes por el candidato del PRI, senador Sami David David. Hablaba a los habitantes de Soyaló, el pequeño poblado donde nació su antagonista Pablo Salazar, cuando de entre la gente que lo escuchaba surgieron abucheos y...

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