Plaza Pública/ Trabajo sucio

AutorMiguel A. Granados Chapa

Mañana iniciará el Presidente Zedillo una nueva visita oficial a España. Será muy bien recibido: hace dos semanas, su policía migratoria extraditó, sin cumplir la ley respectiva, a cuatro personas perseguidas por las autoridades españolas. Crispada de nuevo la opinión de ese país por nuevos atentados cometidos por la ETA, la organización con que se vincula a los deportados, el Ejecutivo mexicano escuchará de sus anfitriones el agradecimiento que ya formuló el Ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, por ese "gesto auténtico y profundo". Lo oirá probablemente de labios del Presidente Aznar o del Canciller Matutes, los mismos que combaten al Juez Garzón para que el ex dictador Pinochet no sea extraditado a España a fin de que allí se le procese por crímenes mucho más graves que los imputados a los cuatro vascos aprehendidos en México y entregados contra la ley a la Policía española.

En todo momento, y más en la última semana, es riesgoso y equívoco pedir que se reflexione con madurez acerca de la ETA, la organización separatista vasca que hace del terrorismo su modo de ser. Durante catorce meses, esa agrupación que busca por la vía armada la libertad del País Vasco, observó una tregua acordada unilateralmente. En diciembre pasado anunció que ese lapso de paz cesaría, y hace una semana, el 21 de enero, volvió a su práctica violenta: hizo estallar en Madrid un coche-bomba y mató de ese modo a un teniente coronel de 47 años, Pedro Antonio Blanco. Cuarenta y ocho horas más tarde, más de un millón de españoles, encabezados por los Presidentes de los gobiernos democráticos, marchó en protesta y condena por ese crimen. Y se reinició el combate contra los etarras, que en el pasado fueron blanco no sólo de la fuerza legítima del Estado español, sino también de vitandos y corruptos procedimientos antiterroristas que, en una perspectiva ética, igualaron en barbarie al perseguido y al perseguidor.

Una semana antes de esos acontecimientos el Gobierno mexicano había hecho su parte en los aprestos contra la ETA. La Policía migratoria aprehendió a cuatro vascos acusados de participar en delitos cometidos por esa organización. Uno de ellos ha vivido en México hace diez años, entregado al trabajo. Para evitar atorarse en la tramitación legal de las extradiciones correspondientes, simplemente se les expulsó, pretextando violaciones a las normas migratorias, un punto en que el neoaldeanismo mexicano se ha vuelto muy escrupuloso. Pero como demostración palmaria...

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