Plaza Pública/ Sin partido, sin Presidente

AutorMiguel Angel Granados Chapa

El donaire con que el Presidente Zedillo saludó el triunfo de Vicente Fox, aun antes de que su candidato Francisco Labastida se rindiera ante la evidencia de su derrota, fue útil ante la corriente social victoriosa y ante el exterior. Pero ha sido la pieza clave para un tironeo entre el verdadero jefe del partido oficial y su partido, que puede concluir en que uno se quede sin el otro: el Presidente sin partido, y sin Presidente el partido.

La primera cuestión planteada tras la jornada perdida por el PRI era si el Presidente mantenía su liderazgo, su capacidad de mandar dentro de la estructura partidaria, o quedaba desprovisto de ella. Aunque con reticencias y zigzagueos, fue un hecho que la jefatura formal del partido oficial se decidió siempre en Los Pinos, como si se tratara de un puesto del gabinete: Zedillo dispuso que Santiago Oñate desplazara a María de los Angeles Moreno, y que fuera sustituido por Humberto Roque; que a éste lo sucediera Mariano Palacios Alcocer y que éste canjeara su posición con José Antonio González Fernández. En este punto la capacidad decisoria de Zedillo se hizo más patente que nunca porque en ninguno de los casos anteriores fue necesario elegir entre opciones, salvo el momento en que Esteban Moctezuma quiso asumir la dirección priísta y su jefe y amigo le negó tal acceso. En cambio, para resolver que González Fernández encabezara el priismo fue preciso interponer la autoridad presidencial frente a la Corriente Renovadora y el grupo Galileo que tímida y brevemente enarbolaron la enseña de la autonomía y la democracia, divisa que hoy tiene muchos apoyadores. En aquella oportunidad apenas cimbró tenuemente al poder presidencial, que se manifestó una vez más en noviembre pasado cuando decidió que a González Fernández lo sustituyera Dulce María Sauri Riancho. Ya desde entonces, los que incurren en el mal gusto y la pésima educación de hacer juegos de palabras descubrieron las posibilidades del apellido de la dirigente yucateca y la apodaron Dino (Sauri).

El Presidente, pues, tenía capacidad de decisión y de hacer que sus determinaciones fueran aceptadas. Ya no la tiene, por lo que se ha visto en las horas siguientes a su apresurada declaración de Presidente electo, emitida sin causa formal favor de Fox. Por supuesto que nadie pide que se niegue la realidad o se la esconda tras la forma. Y por supuesto que era necesario reforzar la autoridad del órgano electoral, resuelto a ofrecer certeza después de la...

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