Plaza Pública/ Fondo y forma

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Hoy se abre el segundo periodo de la LVIII Legislatura, elegida el 2 de julio del año pasado. Comienza con una sesión de Congreso general, es decir juntas las Cámaras de senadores y diputados, una plenaria como la que demanda la delegación zapatista para presentar su alegato en favor de la reforma constitucional en materia indígena. Pero quienes pueden admitir esa exigencia, los coordinadores de las Cámaras, no quieren recibir en esas condiciones a la delegación. Y como suele ocurrir en situaciones de esa naturaleza, lo adjetivo se hace sustantivo, se convierte en parte del conflicto.

A través de la Comisión de Concordia y Pacificación, que por ley debe realizar funciones de coadyuvancia para el diálogo, los zapatistas recibieron la propuesta de formato para el encuentro de los delegados rebeldes y los legisladores, solicitado de tiempo atrás por el EZLN, y motivo principal, y formalmente único, de su estancia en la Ciudad de México. Irresponsablemente, frívolamente, las juntas de coordinación del Senado y de San Lázaro, reunidas el lunes por largo tiempo, reprodujeron el parto de los montes: una hojita sin membrete ni firma, un papel que cualquiera hubiera escrito, donde se propuso una reunión con miembros de tres comisiones legislativas, compuesta por 10 senadores y 10 diputados, amén de cuantos quisieran asistir libremente.

El papelito (en el doble sentido de la expresión) irritó al subcomandante Marcos, quien a cambio demandó una sesión plenaria del Congreso para la exposición de las demandas del Congreso Nacional Indígena (con lo que abrió la posibilidad de que no sea un zapatista con pasamontañas quien usara la tribuna parlamentaria). Los coordinadores de los grupos estarían, el miércoles en que se prepara esta columna, considerando la petición. Es probable que no accedan a ella, y cuando más propondrán otras modalidades. Si se tratara sólo de que interesados en una ley o reforma hablaran del tema a los legisladores, como es usual en la práctica parlamentaria, se podría encontrar la logística adecuada. La Cámara de Diputados, por ejemplo, habilitó alguna vez una gran carpa en su patio sur, el que da hacia el palacio federal de justicia, donde es posible oír a muchos oradores ante un público del tamaño del Congreso reunido, es decir 628 personas.

Pero obviamente no se trata de un trámite legislativo común y corriente, sino de un acto con fuerte carga simbólica y política. Visto primero desde la formalidad, parece posible admitir la...

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