PLAZA PÚBLICA / Disidentes, ayunantes

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Desde distintos miradores, suscitadas por diferentes intereses, se multiplican las condenas al Gobierno cubano, a causa de la muerte de Orlando Zapata, un disidente que cumplió hasta el extremo una huelga de hambre; y por un ayuno semejante practicado desde hace un mes por Guillermo Fariñas, opositor también al régimen cubano, que reclama la libertad de 26 compañeros suyos, presos políticos como él mismo lo ha sido durante 11 años.

Me sumo al pedido de libertad para esas personas, y por consecuencia al pedido de que Fariñas ponga fin a una acción que ha practicado otras veces y que es un recurso válido cuando se considera que otros medios de protesta política son ineficaces. Estoy seguro de que una república que persigue y ha logrado en amplia medida satisfacción a derechos humanos elementales, bien puede admitir y aun alentar derechos políticos como el de no afiliarse al pensamiento dominante y aun buscar una forma de organización política distinta de la vigente en Cuba.

Ciertamente, en el análisis de la situación cubana es imposible soslayar el hostigamiento, el acoso que han padecido el Gobierno y el pueblo cubanos desde que proclamaron su revolución. El asedio armado, la multitud de atentados fallidos contra Fidel Castro, la invasión misma patrocinada desde Estados Unidos, de donde partió, todo eso obligó a constreñir las libertades personales, como ocurre en toda población hostilizada.

La tensión permanente ante el peligro externo genera una deformación en las relaciones no sólo entre el poder y los gobernados, sino entre los ciudadanos mismos, en que priva la desconfianza aun por encima de la solidaridad revolucionaria y a veces disfrazándose de ella. Pero esa excrecencia, que lleva a ver en el otro un eventual enemigo, no es, no debe ser parte sustantiva de la cultura política de un Gobierno que tiene a los seres humanos como suma y destino de sus tareas.

Por lo tanto, como elemento circunstancial y no inherente a la vida cubana, el temor y el desdén hacia los que no se atienen al credo oficial pueden ser eliminados para favorecer una convivencia democrática en plenitud, en que tengan también cabida los diferentes, los disidentes, los opositores. El entorno mundial, las condiciones políticas del vecindario en que actúa Cuba no son riesgosos como llegaron a serlo en etapas ya superadas, y por ello el poder no necesita ejercerse sin trabas. Puede y debe haber lugar para las libertades públicas en Cuba. Debe cesar el castigo a la...

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