Pionero de la oncología

AutorMaría Luisa Medellín

Testigo y actor de una revolución en el combate contra el cáncer, Juan Francisco González Guerrero recuerda cómo hace 33 años, al iniciar el Servicio de Oncología en el Hospital Universitario, se encontró con sólo una pequeña sala de espera, un consultorio y un búnker con una bomba de cobalto 60 para aplicar radiación.

Lo más deprimente era la ubicación: entre el anfiteatro y la capilla. "En cambio, hoy conocemos mejor al enemigo y tenemos más formas de atacarlo. Podemos identificar la célula tumoral y dirigir moléculas que destruyan esa alteración", exclama el oncólogo, cuya calidez y buen humor contrasta con una apariencia adusta a primera vista.

"Ha evolucionado la cirugía, es menos invasiva", continúa. "Se combinan medicamentos con radiación, quimioterapia o intervención quirúrgica, y llegan nuevos fármacos que ayudan al sistema inmune a reconocer y combatir la enfermedad como amenaza".

Qué diferencia de sus inicios.

Juan Francisco narra que en su primera semana de trabajo nada más tuvo cuatro consultas y, por lo regular, sólo acudían mujeres con cáncer cérvico uterino que atendían en dos cuartos, con tres camas cada uno.

Poco se conocía el servicio oncológico, aunque él no se quedó de brazos cruzados.

"Llegaba a las seis de la mañana, pasaba visita piso por piso del Hospital Universitario, y cuando detectaba una persona con enfermedad tumoral maligna me ponía de acuerdo con el médico a cargo para que me la refiriera o la atendiéramos en conjunto", cuenta en su consultorio, con voz clara y pausada.

Él acababa de llegar de la Ciudad de México, luego de terminar la especialidad en Oncología en el Instituto Nacional de Cancerología. Allá le habían ofrecido excelentes oportunidades de crecimiento profesional y laboral, pero deseaba regresar a su alma mater, compartir sus conocimientos y abrir camino en la oncología en el norte del País.

Con humor platica que durante los primeros meses no recibió salario y, como su esposa, la psiquiatra Adelina Alcorta, consiguió trabajo hasta tiempo después, quebraron dos alcancías grandes en las que ella guardaba las monedas que él dejaba a diario sobre el buró desde que se casaron, seis años atrás.

Con eso y algunos créditos salieron adelante en esa precaria temporada en lo económico, pero retadora y fructífera en el estudio y tratamiento del cáncer.

"Ya teníamos a Juan Francisco, el primero de nuestros 3 hijos, de casi 3 años, y debíamos cubrir muchos gastos", ríe el especialista, de 65 años, alto y de...

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