Perfiles e Historias / Los regios a sus pies

AutorMaría Luisa Medellín

A simple vista Héctor detecta a quien padece a causa de los pies, ya sea por su forma de caminar, por el desgaste de sus zapatos o la manera en que pisa.

Es tanta su experiencia que, según el diagnóstico que anticipa, suele preguntar: ¿te duelen los talones? o ¿tienes dolores de cintura? o ¿sufres malestares en la columna?, porque son algunos problemas derivados e, invariablemente, obtiene un sí por respuesta.

Héctor González Garza es uno de los pioneros de la podología en la Ciudad. Se inició hace 53 años en esta especialidad y su ejemplo inspiró a sus siete hermanos: Carlos, Silvia, Víctor, María Esther, Arturo, Lorena y Ricardo, quien falleció a principios de año.

La herencia profesional se esparció también entre hijos y nietos. Tres generaciones a las que se sumaron algunos yernos. Más de 30 podólogos en la familia.

De lentes y cabello rizado entrecano, Héctor es quizá el más apasionado en la materia y puede hablar por horas acerca de ella.

"A diario damos de 8 a 10 mil pasos. Sin embargo, en la consulta observamos a menudo que los pacientes no se dan cuenta de que un calzado inadecuado, con una estructura de la planta incorrecta, que se usa casi dos terceras partes del día, provoca diversas patologías.

"Desde fascitis plantar, uñas alteradas en su crecimiento, cargas excesivas en el metatarso (metatarsalgias), cansancio excesivo de los pies, piernas y cintura, así como calambres nocturnos en las extremidades inferiores, especialmente en adultos mayores, sólo por dar varios ejemplos".

1 Héctor es el mayor de los González Garza. Tenía 18 años y estudios de preparatoria cuando llegó a trabajar a una sucursal de Dr. Scholl's, organización mundial dedicada a la atención del pie, que se ubicaba en Morelos 630 Ote., donde lo enviaron a capacitarse a la Ciudad de México.

Dos años después se le unió Ricardo, quien al igual que Héctor se independizó.

"Nosotros vivíamos en la Colonia Larralde y cuando me bajaba del camión y caminaba por Juárez veía un local solo casi en la esquina con Allende, y yo decía: me gustaría instalarme ahí.

"Le conté a mi tío y padrino, Raúl Flores, dueño de La Puntada, y él me ayudó para equiparlo", relata Héctor, quien agrega que eso fue en 1968, cuando su hijo Alejandro había cumplido un año. Hoy, él también es podólogo.

Carlos, Víctor y María Esther empezaron acompañando a su hermano mayor en los servicios a domicilio que solicitaban, sobre todo, las familias de abolengo y las personas mayores que no podían acudir al...

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