Perfiles e Historias / El palacio de los sones

AutorDaniel de la Fuente

Augusta de Fernández se desplaza por la pista con un aire de quien se sabe admirada. Mueve la cadera, alza los brazos, se acomoda su vestido de flores y diamantes azules y con la sonrisa convoca a Salomón a que le siga el ritmo.

Es difícil. Este contador carece de la agilidad de su pareja. Entonces la mujer de cabellera roja al hombro baja el ímpetu, se le acerca y toma sus manos para que replique los movimientos. Él se anima, pero topa sin querer con otras parejas. Se calma.

"Hace mucho que no bailamos, desde que éramos novios", sonríe Augusta y frunce su nariz. Y gira como en cámara lenta.

No es fácil conversar en la pista. Uno debe esperar a que la pieza termine porque la gente aprovecha la oportunidad: ¿dónde puedes bailar gratis con una orquesta en forma, con músicos espléndidos, en una tarde tan bella?

Sólo en este lugar.

No es ésta, sin embargo, una pista común: es el área conocida como "los bajos" del Palacio Municipal de Monterrey.

Aquí cada jueves dede las 18:00 horas, y domingo desde las 11:00, se reúnen decenas de parejas, muchas con años de venir para presumir pasos, y otros, como Augusta y Salomón, a los que una vecina les dijo hace un mes que ya no estuvieran sin hacer nada por las tardes, que se subieran al Ruta 23 y, a'i despacito, se acercaran a este edificio donde sólo en esos días, el bolero, el mambo y chachachá, así como las prendas más llamativas, sustituyen al trajín del original y dos copias de la burocracia regia.

Para aquella pareja no fue fácil llegar, pero se animaron porque su hijo les dijo que iría por ellos para que no anduvieran de noche por las calles del Centro, zona desolada de banquetas minúsculas y postes por doquier.

"Hasta que animaste a papá", le dijo Gustavo, el hijo, a Augusta.

"Porque le dije que si no iba conmigo me venía sola".

Salomón es más grande, tiene 78 años. Augusta, de 72, dice que aún es ágil porque "las de Linares son así, bien hechas". La verdad es que está delgada. A su esposo le sobran kilos y dice que ya de noche le disminuye la visión.

"A'i al tanteo sigo a la señora, no me queda de otra", sonríe y busca de reojo la silla en la que habrá de sentarse al término de este bolero cubano. Muchos ya están sentados, sobre todo personas de la tercera edad.

Pero Jorge Barbosa, director de la Orquesta Municipal, corrige el prejuicio: aquí no vienen "puros viejitos".

"Es gente conocedora de la buena música, la que sabe de canciones, la que sabe bailar, la que no y quiere conocer. Aquí vienen...

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