Perfiles e Historias / Maestro del sentido humano

AutorMaría Luisa Medellín

Con 150 pesos en el bolsillo y una tenacidad a toda prueba, David Noel Ramírez Padilla consiguió que lo becaran casi a fuerza en el Tec, tras llegar en autobús de San Juan de los Lagos a Monterrey.

Corría 1967. Había enviado su solicitud por correo, pero al no recibir respuesta a tres días de empezar las clases, decidió presentarse en la Oficina de Becas, donde le explicaron que ya no había presupuesto y quizá podrían apoyarlo el próximo semestre.

El hoy Rector del Tec de Monterrey no se dio por vencido y como no tenía para el hotel se encaminó a la Parroquia San Juan Bosco, a unas cuadras. Ahí encontró al Padre Pablo Ponce y le pidió permiso de quedarse mientras le resolvían lo de la beca.

"Fue una mentira piadosa porque ya me habían dicho que no, pero le insistí tanto que me prestó una colchoneta y me dejó dormir en la sacristía. Pasé tres noches en ese lugar porque volvía una mañana y otra al Tec hasta que ya no me recibieron.

"Entonces, le dije a Dios: 'Dame una señal, ¿debo irme o quedarme?', porque estaba desesperado y sin dinero", exclama David Noel abriendo los brazos, sentado frente al escritorio de una sala de juntas del Tec.

Dice que su promedio era de 100 en la prepa del Instituto Francés de la Laguna, de Gómez Palacio, en la que estudió becado por los lasallistas, y retomando la historia cuenta que le preguntó a un guardia dónde se estacionaba el ingeniero René Zubieta, director de Becas.

Aquel le señaló un lugar, y él se sentó todo el día a esperarlo, bajo el tremendo calorón de agosto.

"Llegó como a las seis y media y al verme me dijo: '¿Otra vez tú?, ya te dijimos que no hay presupuesto, vente el próximo semestre'.

"Yo le respondí que ya estaba aquí y en mi pueblo no tenía nada qué hacer, pero él se subió al carro y me le dejé ir al vidrio, como diciendo: ¡No sea gacho! Él abrió la puerta y me dijo: 'Ya no te soporto, nomás por terco te voy a dar la beca'".

1 David Noel se puso feliz, pero le urgía trabajar.

En el campus se enteró de que si lo empleaban en el comedor del Tec tenía derecho a las tres comidas, así que fue y se apuntó.

"A los dos días me dijeron que había un puesto sirviendo en la barra del comedor porque un chavo ya no quería ir. Acepté, aunque era muy pesado porque entraba a las seis de la mañana, los siete días de la semana.

"Desde entonces me quedó la costumbre de levantarme a las 5 y cuarto o 5 y media", comparte el Rector, de cabellera casi plateada y pequeños ojos verdes, quien agrega que la adversidad fue su mejor aliada.

La presión por no perder la beca le hacía sacar la casta. No sabía inglés, llevaba cuatro materias en ese idioma y para traducir una sola página dedicaba mucho tiempo.

Para cubrir la renta acomodaba...

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