Perfiles e Historias / Un lugar llamado La Paz

AutorDaniel de la Fuente

Son las once de la mañana y la charla diaria entre pacientes del centro de rehabilitación La Paz está por comenzar.

Los cerca de 40 internos en este inmueble situado en la Colonia La Alianza bajan de sus dormitorios, toman asiento en sillas plegadizas y prestan atención a otras personas con problemas de adicción a drogas que conducen la sesión.

La mayoría son muy jóvenes.

"Aquí todos bajan si quieren, no es obligación", comenta Ramón Ortiz Hernández, fundador y responsable del centro.

"La idea es compartir testimonios, reflexiones. Quien quiera rezar, reza; el que quiera llorar, llora. Somos una familia".

Buena parte ha escuchado el testimonio de Juan X, no así los de recién ingreso. Su camino por la adicción inició hace menos de un lustro, consumió cuanto se cruzó en su camino y llegó a prostituirse y mendigar para reunir dinero.

"O sea, pisé fondo, o sea, no supe de mí en mucho tiempo, o sea, anduve en lo más bajo, o osea, perdí a toda mi familia".

Alguien lo encontró, se apiadó de él y lo llevó con Ramón a este lugar que se ubica desde hace cinco años en esta popular colonia al norponiente de la Ciudad y que ha ido creciendo al cielo: va en su cuarto piso. El "penthouse", le dicen.

Juan X dice venir de una familia ordinaria en la que sus hermanos son profesionistas y exitosos. Sólo a él le atrajeron los solventes, la mariguana, andar en las calle nada más por que sí: "Buscaba algo que no supe ni qué era y al final ni lo hallé".

Gracias al apoyo de Ramón, hoy este chico de 23 años trabaja en un centro comercial. Nada le dijeron por los tatuajes, la cabeza rapada, las ojeras marcadas. Entró recomendado, creyeron en él y ahí sigue, sobrio. En pie.

"Saben lo que cuesta volver a estar limpio", dice Ramón. "Por eso se esfuerzan".

Agrega: "De lo que se trata en La Paz es de devolver la esperanza en uno mismo. Ir por ella a como dé lugar".

A Ramón le dicen "Reimon", un juego. Él, de estatura baja, mirada nerviosa y de hablar titubeante, les habla sereno aunque firme a los internos de este centro que dirige junto a Francisco Javier Carranza, un ex adicto.

Un colega más, rehabilitado, Sergio Romo, coordina el otro centro La Paz, situado en Guadalupe, donde empezó la misión de Ramón, hoy de 47 años, oriundo de Michoacán. Esta labor se extendió a Santa Catarina y, ahora, a La Alianza.

"Son muchas historias", comenta Ramón en su pequeña oficina del centro -en la que luce reconocimientos y fotos de donantes, amigos y visitantes como el Obispo Samuel...

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