'Perdimos todo por las lluvias'

AutorAlberto Armendáriz

Corresponsal

TERESÓPOLIS, Brasil.- Los ojos de Dante Lorenço están rojos de tanto llorar. Su esposa, su hija, su hermano y su cuñada, toda su familia, murieron en el alud que el miércoles se abatió sobre su casa en la región serrana del estado de Río de Janeiro, azotada por torrenciales lluvias.

Los cuerpos de los adultos fueron hallados, pero lo que tiene desconsolado a Lorenço es que su pequeña Daniela, de cinco años, sigue sin aparecer.

"La tenía agarrada a mis brazos, pero una rama me golpeó y la corriente de barro me la arrancó. La vi ahogarse y ahora la perdí para siempre", señala con voz quebrada a EL NORTE este campesino de 45 años mientras espera frente a la masiva morgue improvisada en el centro de Teresópolis.

Como él, muchas otras personas hacen fila frente al galpón que solía ser una iglesia evangélica, con la esperanza de encontrar los restos de sus seres queridos. Muchos llevan cubrebocas, pues, cada vez que se abren los portones, un olor nauseabundo invade la calle.

En las principales localidades de la región, Petrópolis, Nova Friburgo, Sumidouro, Itaipava, São José do Vale do Rio Preto y Teresópolis, los muertos ya suman 610, pero todo el mundo da por sentado que la cifra final será mucho mayor.

"Todavía hay muchas personas desaparecidas, lugares a los que los socorristas no han llegado. Necesitamos más ayuda, equipos, agua y alimentos para los que están trabajando en las tareas de rescate", se queja Vitor da Costa, de 27 años, voluntario que asiste a un grupo de desamparados.

En toda la zona, ya son más de 6 mil los damnificados y 7 mil 800 los evacuados y trasladados a refugios. Ante la catástrofe, la Presidenta Dilma Rousseff declaró tres días de luto nacional.

Sin luz, agua ni teléfono, los comercios del centro de Teresópolis permanecen cerrados. El ambiente es similar al de una ciudad bombardeada: las calles están bañadas en barro rojizo, salpicadas por escombros, árboles y autos; soldados patrullan los barrios centrales; se escucha el constante zumbido de los helicópteros militares y del cuerpo de bomberos que realizan operaciones de rescate, y las excavadoras y grúas cruzan la ciudad hacia los barrios de la periferia, los más pobres y destrozados, como Posse, Santa Rita y Caleme o la favela de Campo Grande, sepultada.

"A nosotros nos rescataron en helicóptero desde el techo de nuestra casa en Santa Rita", apunta Patricia da Silva, de 27 años, quien, junto con su...

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