... Y pensar que quería ser portero

AutorAntonio Santos

EL NORTE / ENVIADO

SAN LUIS POTOSI.- Uno de los más grandes toreros mexicanos en la historia está a punto de regresar, sólo faltan 6 días para el retorno de Curro Rivera a los ruedos y pensar que durante su niñez su afición también era el futbol, cuidar la portería era su sueño, pero el destino estaba escrito y los toros no podían darse el lujo de perder a un gran matador.

El 17 de diciembre, doña María de los Angeles Agüero le regaló a su esposo don Fermín Rivera, el legendario torero mexicano, el segundo varón de la familia al que bautizaron con el nombre de Francisco Martín y de apellidos Rivera Agüero.

El barrio de la Narvarte, en la Capital del País, ambientó la infancia de quien 20 años más tarde sería "Curro Cumbre" y "El Torero Psicodélico"; ahí mismo, donde junto con su palomilla fue un niño feliz, jugando, corriendo, viviendo y creciendo.

Pasó su infancia entre carteles, historias, viajes, anécdotas y harto saborío de toros, y por otro lado experimentó de cerca la exitosa carrera de su padre, figura potosina del toreo de los años 40 y 50.

Con una figura taurina en casa como lo fue don Fermín, aparentemente Francisco no podía tener otra distracción o atracción que no fueran los toros, pero cuando rebasó los 10 años de edad, algo que no eran los capotes y las muletas también le quitaba el sueño, pues su otra ilusión era ser portero de la Selección Nacional.

En lugar de formar parte de una cuadrilla torera se incorporó a un equipo de futbol, en el que jugaba competencias interescuadras cubriendo el marco, aficionándose así con singular alegría al deporte de la patada, o en su caso, al de las atajadas.

"Además de querer ser torero también quería ser portero y se me hacía muy fácil pensar que podía hacer las dos cosas, jugar un partido de 12 a 2 de la tarde, bañarme y luego salir a torear en la tarde; claro eso pensaba cuando era niño, cuando esto era un sueño de niño", recuerda Curro Rivera.

Además, el ambiente imperante del México de mitad de siglo le permitía creer las cosas de esta manera, pues los domingos después de ir al futbol a mediodía, en el Estadio Universitario, los aficionados tomaban Insurgentes para enfilarse a la Plaza México no sin antes pasar a echarse unos tacos de "El Negro", o de "El Teniente", o en "El Ruedo", y después, ¡a los toros! "Este recorrido lo hacía con mis amigos: Víctor Juárez, Arturo y Rafael "El Pipa" Baledón, "El Canchola", "El Borrego", todos ellos amigos, con los que jugaba futbol en la calle...

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