Gabriela De la Paz / El antídoto

AutorGabriela De la Paz

Puede ser que hayan pasado varias semanas, pero las matanzas en Guerrero y las de otros jóvenes en el Estado de México siguen teniendo repercusiones dentro y fuera de México.

Aunque ya nos hayamos acostumbrado a la cifra de muertos y a la impunidad de criminales y autoridades que muchas veces son los mismos, esto que pasa en nuestro País no es normal.

Por ello, ya se han alzado voces de condena en la Unión Europea y harían bien los eurodiputados en no pasar por alto que hemos violado, en repetidas veces, las cláusulas de democracia y derechos humanos que fueron una condición del Acuerdo de Libre Comercio que entró en vigor en el 2001.

Como hay mucho dinero en juego, esto pone a prueba el compromiso de los parlamentarios europeos con lo que dicen defender.

Tal vez algo de presión externa que provenga de organismos internacionales u otros Gobiernos provocaría que se impartiera justicia en Guerrero y en el Estado de México.

Los medios de comunicación extranjeros han visto con horror cómo el maridaje entre la Policía y el narcotráfico es algo común, como lo prueban los testimonios de los sobrevivientes de la masacre ordenada por el Alcalde de Iguala, quien ahora está prófugo.

Lo mismo ocurre con la agresión en contra de un estudiante alemán de intercambio, inscrito en el Tec de Monterrey.

Eso debería bastarnos para ver que nadie es ajeno a la barbarie que azota a nuestro País y que, por lo mismo, debemos tomar cartas en el asunto.

El periódico El País publicó el domingo pasado un artículo de Guillermo Trejo en el que analizaba que como desde hace años el narco ya expandió su negocio a la extorsión, robo de combustible y secuestro, ha encontrado además un nuevo filón al infiltrarse en las administraciones municipales para quedarse con hasta un 30 por ciento del presupuesto anual de obras públicas de los municipios.

Trejo narra el modo de operar de los narcos, y resalta que para lograr sus fines los criminales "requieren de una sociedad desarticulada y aterrorizada, incapaz de cuestionar y desobedecer los dictados de las autoridades de facto. Por ello los criminales buscan establecerse en zonas con poca organización social".

Es decir, que en comunidades donde la gente se organiza para exigir que las autoridades tengan un buen desempeño y que gobiernen para el pueblo -no para servirse de él y sus recursos- el narco tiene poca cabida.

Yo añadiría que la organización de la sociedad también funciona en contra de los que ocupan puestos públicos para...

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