Pancho Villa: Una biografía narrativa

AutorPaco Ignacio Taibo II

Todo empezó con una yegua. Supuestamente. Una yegua inglesa purasangre que pertenecía a Matilde Ramírez de Russek, esposa de un comerciante de la región.

Cuando el 3 de junio Villa retornó de Parral a Jiménez, donde se encontraba el cuartel general de la División del Norte, Martín López le informó, entre otras muchas cosas, que una yegua requisada en una casa donde la tenían escondida les había sido recogida por un oficial federal. Villa ordenó que la recuperaran, nadie iba a quitarle un caballo y nadie se podía llevar nada sin orden suya.

Sin hacerle demasiado caso al asunto, Villa fue a recibir órdenes aquella tarde, y tras comentarle al general Huerta lo de la yegua, le pidió una orden para que se la entregaran. Fue expropiada en un acto de guerra y el que la reclamaba, el tal Russek, había sido al inicio de la rebelión orozquista proveedor de los colorados.

"Me respondió con una arrogancia que ningún jefe debe tener y que yo no estaba en ánimo de sufrir. O sea que por unos momentos nos desacompasamos algo de palabra". Tras el intercambio de frases fuertes, el general Huerta le dirá que recoja la mentada yegua, que no necesita órdenes para eso. Villa alguna vez habría de insinuar que en esos momentos Huerta no estaba sobrio y que el general federal se había apropiado de un automóvil de Russek, quien a cambio de que le devolviera la yegua, se lo había regalado. Otros añadirán que el auto "estaba bastante viejo y necesitaba reparaciones". Cierto o no, el caso es que "me devolvieron la yegua, que tanto papel han querido que juegue en el pretendido asesinato de que iba yo a ser víctima".

El encontronazo verbal, lo que Villa llama un "desacompasamiento de palabras", entre el federal y el guerrillero, debe haber sido fuerte, porque Villa contará en el futuro que ese mismo día 3 de junio escribió un telegrama a Madero que le entregó al telegrafista de la columna diciéndole que quería operar solo, y que también le puso "un papel" a Huerta en el que le decía que no quería seguir sirviendo a su mando, porque "no creía que se le guardaran las consideraciones que creía merecer".

El telegrama nunca llegó a las manos de Madero.

Villa se retiró al hotel. Desde el principio de la campaña sufría de fiebres.

"Esa noche me dieron unas fricciones de alcohol y en el hotel Charley Chi, por ser un lugar cerrado, me abrigaron muy bien con muchas frazadas y me echaron a sudar". Algunas malas lenguas le atribuyen a Piedad Nevárez la colaboración en las friegas de...

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