Cuando las palabras son un duro golpe

AutorAideé Molina

Calificar constantemente a un hijo como "tonto", compararlo con su vecinito o exagerar sus errores puede ser mucho más dañino que los golpes.

Frases como "si te sigues portando mal ya no te voy a querer", "qué feo eres", "pareces una niña", "eres un bueno para nada" o "eres insoportable" son algunas de las burlas, sarcasmos y apodos insultantes que pueden provocarle al hijo heridas emocionales tan profundas o más que el abuso físico y sexual.

De acuerdo con una investigación de la Universidad Estatal de Florida, coordinada por la especialista Natalie Sachs-Ericsson y que evaluó a unas 5 mil 600 personas, entre 15 y 54 años, quienes habían sido menospreciados, humillados y avergonzados en su niñez por su físico, sus defectos o fallas tenían 1.6 veces más síntomas de depresión y la ansiedad que los que no fueron maltratados verbalmente.

Además, de acuerdo con el estudio publicado en la Revista de Desórdenes Afectivos en Estados Unidos, tenían el doble de riesgo de sufrir algún trastorno del estado de ánimo o ansiedad durante su vida.

¿Por qué estas palabras pueden ser tan poderosas?

Un factor determinante es que son los padres quienes se las dicen a sus hijos. Para un niño, sus papás son las figuras más importantes de su vida, además de que juegan un papel clave para que formen una imagen de sí mismos, señala la psicóloga infantil Esperanza Uribe.

"Si un padre agrede verbalmente va haciendo que el niño se perciba a sí mismo como alguien que no vale", dice.

"Entonces, se va a deteriorar esa imagen que se va formando de sí mismo, la cual le va a traer a largo plazo problemas de depresión, va a haber muchas cosas que le van a provocar ansiedad, estará inseguro, y como adulto se sentirá menos, sentirá que no merece nada, no tendrá el empuje para un desarrollo de todas las áreas, sobre todo el área social, interpersonal".

Incluso, las secuelas de este maltrato también tienen repercusiones físicas, afirma el psiquiatra Alejandro Morton, director de Protección al Menor y la Familia del DIF Nuevo León.

"Las consecuencias son muchas: en niños pequeños con falta de desarrollo psicomotor, poco crecimiento, poca integración y socialización con los demás niños, retraimiento. En la segunda infancia con poco rendimiento escolar y en la adolescencia se manifiesta en toda su expresión con conductas antisociales, como el pandillerismo y el robo", indica el psiquiatra.

Luis Antonio Lucio, catedrático de la Prepa 16 de la UANL y doctor en educación por la...

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