Página Tres/ Tiempos de dislates y de fanfarronerías

AutorRicardo Omaña del castillo

El comportamiento con signos de originalidad es una virtud de genios, no de individuos hambrientos de notoriedad. La ridiculez siempre es notoria, pero nunca genial. Vicente Fox está pagando el precio de la sobrestima que lo indujo a irrumpir políticamente como el paradigma del mexicano bravucón y de lenguaje deshilachado, capaz de llevar la fanfarronería, la desfachatez y la vulgaridad a las alturas presidenciales. Ha querido parecer un político original y ha terminado por ser una caricatura. Los tiempos cambian, ciertamente, pero está lejos el día en que la sociedad admita que la grave responsabilidad de gobernar sea vinculada a los diálogos de traspatio o a las balandronadas de pulquería. O a confundir el monólogo del campesino cuando guía la yunta de bueyes, con la conversación dialéctica que se entabla entre seres pensantes. Fox ha querido ser diferente, y de su propósito dimana una conducta que, a decir verdad, lejos de ser innovadora se muestra como una sinopsis de los ancestrales complejos que aún conservan aquellos mexicanos que no han evolucionado saludablemente. El discurso del guanajuatense constituye una sinopsis del machismo y la fanfarronería. Algo así como "Jalisco nunca pierde y cuando pierde arrebata" o "Pero sigo siendo el rey" y cosas por el estilo. Pero, ¿seguirá siendo la mayoría de los mexicanos los mismos que descubrían su identidad inconsciente en los personajes muy machos y jactanciosos que protagonizaban Jorge Negrete y Pedro Infante en los años 50? Muy deprimente sería admitir que a estas alturas, tal fuera la calidad del voto.

El comportamiento del candidato debe ser analizada con mucho cuidado, no frente al individuo que está en su derecho de ser o parecer lo que guste, sino del aspirante a la Presidencia que va dando tumbos en aras de la notoriedad, no del prestigio. Sus exageraciones, como tal, son intrascendentales, pues todos los políticos manosean el apartado de la milagrería, como esa promesa de resolver el conflicto de Chiapas en 15 minutos, o en segundos, si lo hiciera a través de Pegaso. O como la de convertir la miseria de muchos mexicanos en una reminiscencia mesozoica en un abrir y cerrar de ojos. Fantasear no es pecado ni delito, pero luego vinieron los resbalones serios. Siendo guanajuatense, don Vicente tuvo la genial idea de recrear al Cura Hidalgo y de parodiar su lucha libertadora. Anunció, ante un grupo de pípilas redivivos, que usaría en su campaña el estandarte de la Virgen de Guadalupe, ignorando o haciéndose el ignorante de las disposiciones constitucionales que prohiben mezclar a Dios con el César. Luego publicó un libro en el que hizo trizas a su correligionario Diego Cervantes de Cevallos, que pertenece también al PAN, pero no a su especie. Más tarde asumió una actitud narcisista...

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