Página Tres/ Tan lejos de Dios y tan cerca de Fox

AutorRicardo Omaña del Castillo

Tan lejos de Dios y tan cerca de Fox

Vicente Fox parece decidido a darle un giro a las relaciones exteriores de México, a pretexto de la globalización que magnifica la economía a costa de los viejos principios que regían los vínculos entre las naciones. El caso de Cuba ha enmarcado las tendencias del Gobierno foxista en esa materia, y ha dado lugar a un debate que tocó ya las puertas del Senado. Se acusa a Fox de traicionar las tesis que han sustentado las relaciones de México con el resto del mundo, desde su independencia. Se acusa a su Gobierno de estar haciéndole el juego a Estados Unidos e incluso de pretender aniquilar a la izquierda mexicana que tradicionalmente ha brindado su apoyo pasivo al Gobierno de Fidel Castro. La iniciativa de Uruguay para calificar los derechos humanos en Cuba, a la que México sumó su voto en Ginebra, es el tema que se aborda hoy en los medios políticos. Las bancadas del PAN en la Cámara de Diputados y en la de Senadores apoyaron la decisión del Presidente, pero el PRI y el PRD no están de acuerdo en que México se inmiscuya en los asuntos internos de la isla caribeña. Los Senadores de la Oposición incluso están molestos porque no fueron informados y menos consultados sobre las decisiones que tomó el Presidente en política exterior, que si bien ésta depende exclusivamente del Ejecutivo, debe por cortesía hacerla del conocimiento de la representación popular. ¿Debe México sumarse al coro de los países poderosos que han decidido convertirse en los fiscales del mundo? Se me hace que le queda grande el traje, pues México está muy lejos de ser un ejemplo en el respeto a los derechos humanos, y esto es algo que repiten a menudo diversos organismos internacionales no gubernamentales. Para que México tuviera calidad moral para enjuiciar a otros gobiernos, directa o tímidamente, tendría que dar testimonios de que de pronto se ha convertido en un adalid de las causas justas. Antes de sumarse a la condena contra Cuba, pudo, por ejemplo, alzar su voz y llevar a los foros internacionales su denuncia contra la violación de los derechos humanos en perjuicio de los indocumentados que trabajan en los Estados Unidos. Podría haber denunciado las masacres en Afganistán, o proponer un rechazo unánime contra Israel por sus bélicas incursiones en Palestina, sin declaración de guerra de por medio. Hay mucha tela de dónde cortar, si de los derechos humanos se trata, y sobre todo si es tan obsesivo el afán de aceptar el papel de peón...

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