Página Tres / Mucha hipérbole y pocas obras

AutorRicardo Omaña del Castillo

Mucha hipérbole y pocas obras

Don Vicente Fox llegó a la mitad de su sexenio con un triunfalismo exacerbado y una popularidad decreciente. Esta paradoja o contradicción parece ser el sello del Gobierno del cambio, que habla de éxitos sin recibir aplausos. Fox llegó a la Presidencia con la aceptación del 80 por ciento de los mexicanos. En la última encuesta realizada en vísperas de su tercer año de Gobierno, dicha aceptación cayó al 58 por ciento. Yo no diría que el Gobierno de don Vicente ha sido pésimo, e incluso debe tener sus méritos, pero dos han sido los factores que han deteriorada la imagen del Presidente. Primero, su obsesión por destacar el clima democrático que vive el País, para soslayar sus responsabilidades como líder de la Nación. Fox carece de liderazgo y eso lo dicen incluso sus correligionarios del PAN. Frente a la resistencia opositora a sus iniciativas reformistas, ha endosado a otros las tareas de cabildeo y negociación con los partidos de la Oposición. De hecho, el zipizape en el PRI ha sido causado por el Presidente, pues en vez de dialogar y persuadir a los dirigentes del partido respecto a sus iniciativas, privilegió la interlocución con Elba Esther Gordillo, a través del Secretario de Gobernación. Fox se ha pasado tres años buscando la aprobación de las reformas hacendaria y energética, pero no recuerdo que se haya sentado con los líderes de las facciones políticas para lubricar sus propuestas. Otro factor que ha demeritado su imagen tiene qué ver con su obsesión por ponerle a su Gobierno una etiqueta de único, inédito, y fabuloso. Aficionado al uso de las figuras retóricas, Fox recurre a la hipérbole, cuando habla de su Gobierno y sus "grandes logros", y nos ofrece una paradoja cuando afirma que vamos bien, que la miseria ha sido reducida en un 6 por ciento, etcétera, aunque al mismo tiempo los números estadísticos nos dicen que el desempleo es cada vez mayor y que vivimos una época de crecimiento congelado. Tenemos menos miserables y al mismo tiempo los desempleados van rumbo a la miseria. Recientemente inventó una antonomasia, con salpicaduras de metáfora y sinécdoque, al decir que el País de las maravillas es México, así como París es la Ciudad Luz o Nueva York la urbe de los rascacielos. Que México es maravilloso, ni quien lo dude. Maravillosas son sus ruinas arqueológicas, su historia, su geografía y su gente, pero ninguna de estas maravillas pueden atribuirse al "Gobierno del cambio". El pueblo suele ser...

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