Página Tres/ Fue de agresiones y superficialidades

AutorRicardo Omaña del Castillo

Fue de agresiones y superficialidades

Debate, lo que se llama debate, no fue. El evento de los presidenciables consistió en una serie de discursos que no incluyó una sola discusión inteligente y esclarecedora sobre un tema específico. Fue una feria de parloteo retórico, un intercambio de promesas milagrosas propias del sistema, pero adoptadas ahora por la Oposición. Un rosario de planteamientos epidérmicos. En suma, el debate fue una mezcla de agresiones y superficialidades, tal como lo pronosticamos la semana pasada al escribir lo siguiente. "Labastida abordará con solemnidad la ancestral problemática del País y le escucharemos las también ancestrales promesas de reivindicación de los mexicanos permeados por la miseria y la marginación. La suya será una convocatoria a la macerada confianza de los electores, curtidos en el desencanto. Manuel Camacho Solís nos hablará del México equivocado que descubrió de pronto, una vez curada la miopía que curiosamente padeció hasta la culminación del salinismo del que fue artífice y consentido. Su dialéctica destilará la amargura que corresponde a quien quiso ser y no fue presidenciable abanderado del PRI. Porfirio Muñoz Ledo aparecerá como un candidato equilibrado, conciliador, propositivo y dejará sin duda testimonio de su inteligencia y de su capacidad de oratoria. O desempeñará el papel de gran demoledor que siempre ha sido, si alguno de sus opositores le pica la cresta. Rincón Gallardo será una revelación para el auditorio nacional, cuya mayoría lo desconoce. Será el único cruzado de la izquierda menos contaminada. Uno de sus más brillantes exponentes, extraviado durante algún tiempo en el perredismo cardenista. El y Porfirio no tendrán más alternativa que apoyarse en la sensatez, porque el histrionismo está reservado a uno de sus rivales. Cuauhtémoc Cárdenas posiblemente dé una sorpresa. Conocida y reconocida su concepción social y su inclinación a las causas populares, a su herencia revolucionaria, tal vez adopte ante sus oponentes una actitud más incisiva, más contundente, menos pasiva, de acuerdo a la fisonomía que ha adquirido la competencia electorera. Vicente Fox llegará sin duda rayando su caballo y leerá el misal de su milagrería. Nos hará el favor de enseñarnos la diferencia que hay entre un vendepatrias y un Simón Bolivar, como él; entre un vendechicles y un economista, como él; entre un ignorante y un genio, como él, etcétera. En el debate no escucharemos nada nuevo ni substancial. Será...

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