Oscar Levín Coppel / El Congreso que viene

AutorOscar Levín Coppel

En unos cuantos días arranca la campaña electoral de la que habrá de surgir la segunda legislatura en la era de la alternancia. Es previsible, así lo he afirmado en este mismo espacio, que los electores decidan mantener la tendencia de dividir y equilibrar los votos entre dos partidos de 35 por ciento y uno de 20.

Esta ha sido la pluralidad que obliga al acuerdo político. Para tomar decisiones sustanciales y hacer cambios estructurales se requiere, a fortiori, aceptar y ceder. El camino es complicado. Los bloques fáciles no existen y nadie puede hacerlo todo por separado. La negativa de los ciudadanos a otorgar la mayoría absoluta pone a prueba la madurez de los partidos y nuestra capacidad para administrar la nueva democracia en igualdad de condiciones. La transición, en una palabra, no tiene dueño.

Una cadena de sucesivos ensayos y errores nos coloca en la frontera de lo deseable y lo posible. La competencia democrática puede, en circunstancia tal, volverse paulatinamente práctica y útil. Algo muy importante es que, por fin, estamos remontando la obsesiva intención de culpar al Legislativo de todo lo malo y ensalzar sin moderación al Ejecutivo por lo bueno.

Esta estrategia nunca produjo los resultados esperados, a pesar de los denodados esfuerzos que se realizaron desde ciertos círculos gubernamentales. Al contrario: en la mayor parte de las veces condujo a serios reveses y frecuentes justificaciones no pedidas. Las aguas toman afortunadamente mejores cursos.

En el Congreso, a lo largo de estos tres años, hemos avanzado en la búsqueda del entendimiento, que no del choque. A ello debemos muchas buenas decisiones y lo más productivo de la política actual. La sociedad mexicana se encuentra, aunque no se perciba o se comprenda del todo, en una nueva plataforma de convivencia. A pesar de los empeños a veces desmedidos de los partidos por conseguir la mayoría absoluta, no creo que corran con ese beneficio electoral.

De ahí que tanto endurecimiento para lograrlo resulte en vano. Empecinarse en ello, sea desde el gobierno o desde la oposición, me parece igualmente absurdo. No creo que lleve a ninguna parte.

Muy interesante será explorar las cualidades que deben reunir los candidatos que los partidos postulan para la contienda. Se sabe y se entiende que entre los que saldrán a competir por la mayoría en los 300 distritos uninominales prevalezca el perfil de quienes aseguren ganar. Lo importante en la ecuación para nombrarlos es cuántos votos...

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