Andrés Oppenheimer / Los críticos de Kissinger tenían razón

AutorAndrés Oppenheimer

No estoy entre los cultores de teorías conspirativas que culpan al ex Secretario de Estado de Estados Unidos de todos los males del mundo, incluidos el golpe militar chileno de 1973 y los abusos a los derechos humanos en Indonesia y Bangladesh. Siempre he leído las acusaciones contra Kissinger con interés, pero con cierto escepticismo, ya que muchas de ellas han venido de activistas de los derechos humanos de dudosa parcialidad, que denuncian los crímenes de la derecha, pero callan los de la izquierda.

Sin embargo, el artículo de The Miami Herald del 4 de diciembre sobre la reunión celebrada el 7 de octubre de 1976 entre el entonces Secretario de Estado Kissinger y el Canciller de la junta militar argentina, César Augusto Guzzetti, plantea serias dudas sobre las aseveraciones de Kissinger, según las cuales es víctima de una campaña de desprestigio.

La reunión tuvo lugar durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, en momentos en que la dictadura argentina estaba en plena "guerra sucia" contra los guerrilleros de izquierda, sus simpatizantes, y cualquiera que los militares consideraban sospechoso. Como es usual en estas reuniones oficiales de alto nivel, un funcionario del Departamento de Estado tomó notas de la conversación.

Ahora, ese documento ha salido a la luz, entre los miles de papeles desclasificados por el Departamento de Estado que han sido examinados por el Archivo de Seguridad Nacional, un grupo de investigación independiente de Washington, D.C.

Según la transcripción de la conversación, Kissinger le dijo a Guzzetti: "Tengo un punto de vista pasado de moda, de que a los amigos hay que ayudarlos. Lo que no se entiende en Estados Unidos es que ustedes tienen una guerra civil. Leemos sobre los problemas de los derechos humanos, pero no sobre el contexto. Cuanto más rápido triunfen, mejor".

Guzzetti le había asegurado a Kissinger durante la conversación que la lucha contra los guerrilleros terminaría antes de fin de año. Sin embargo, las ejecuciones sumarias siguieron por casi dos años. Se calcula que entre 9 mil y 30 mil personas fueron ejecutadas, o "desaparecidas".

Luego de su encuentro con Kissinger, Guzzetti regresó a Buenos Aires "en un estado de euforia", según escribió en un cable el entonces Embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill, un funcionario que había estado presionando fuertemente a los militares para que respetaran los derechos humanos.

¿Qué dice Kissinger a todo esto? Según su...

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