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Opinión Invitada / Marta Lamas: Dilemas acerca del acoso

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Vincent
AutorOpinión Invitada

Sin minimizar para nada la gravedad de lo que ha estado ocurriendo en los últimos días en nuestro País con las múltiples y variadas denuncias de acoso (y eso que no hemos visto todavía un #MeToo de obreras o de campesinas) me interesa ahondar en la reflexión.

Lo que han mostrado las denuncias de los #MeToo mexicanos es un panorama desolador de prácticas machistas y una carencia institucional respecto a protocolos de atención.

Además de no contar con mecanismos que faciliten denunciar sin riesgo de represalias laborales o de otro orden, es muy común la negación de la propia organización respecto a lo que está pasando en su interior.

Como ya ha señalado Claude Giraud: "la indiferencia es indispensable para el buen funcionamiento de los conjuntos sociales profesionalizados". En efecto, la indiferencia es un comportamiento contextual y situado, con una lógica de acción que dificulta desarrollar una estrategia institucional de sensibilización acerca de la situación de abuso/acoso.

A esto se suma lo que ocurre con las personas que están en el entorno: los testigos. ¿Cómo reaccionan quienes presencian el acoso o el abuso?, ¿con quién se identifican, con el perpetrador o con la víctima?, ¿intervienen tomando partido o evitan implicarse?

Las personas que presencian actos abusivos o acosadores juegan un papel primordial en la posibilidad de resolver o mantener el conflicto. Muchas veces suelen voltear hacia otro lado por temor a meterse en problemas, pero en otras ocasiones son un factor clave en la denuncia, e incluso en el proceso de erradicación de esa conducta.

Las investigaciones acerca del acoso en espacios cerrados, como los centros de trabajo y de estudio, ofrecen información acerca de la manera en que se fraguan complicidades con el perpetrador, que llevan a los testigos a decir mentiras y a calumniar, y a veces hasta a sumarse a las malas prácticas.

La cultura patriarcal alienta una solidaridad masculina cómplice, y muchos compañeros de trabajo cierran los ojos ante actitudes dirigidas expresamente a perturbar, incomodar o agredir psicológicamente.

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