Opinión Invitada / Mariana Gabarrot Arenas: Violencia familiar: más que privada

AutorOpinión Invitada

El aumento del 70 por ciento en las denuncias de violencia familiar en el municipio de San Pedro, reportado por EL NORTE esta semana, es una señal alarmante de la vulnerabilidad de las mujeres y la niñez en nuestra sociedad.

Durante años, estos problemas se silenciaron por considerarse de interés privado y no público.

Ahora que el confinamiento nos obliga a trabajar y ejercer desde casa, es evidente que esta distinción de ámbitos ha sido contraproducente. El haber postergado un diálogo político sobre la familia nos está cobrando factura.

Las feministas advertimos desde hace mucho que los mismos hombres que supuestamente nos protegen, son los que nos violentan. Ya es hora de aceptar que la casa no es un refugio ni un lugar seguro para nosotras, sino muchas veces todo lo contrario.

Desde el 2017, datos del Inegi nos advirtieron que más del 40 por ciento de las mujeres ha sido agredida por su pareja, 4.4 millones de mujeres mayores de 15 años han sufrido abuso sexual en su infancia, mayormente por parte de sus tíos y primos (37 por ciento), pero también por hermanos (8.5 por ciento) y padres (5.8 por ciento).

A esto hay que agregarle que 50 por ciento de las mujeres son asesinadas en su hogar, esto en comparación con el 20 por ciento de hombres.

Ante los contundentes datos, persisten los argumentos de que la familia es natural y sagrada, cuando evidentemente se trata de una institución social en la que se reflejan desigualdades históricas.

Pensemos en el caso de una típica familia regia o sampetrina. Si bien ambos trabajan, la mujer aún está a cargo de todas las labores del hogar. Lava, plancha, cocina, baña, alimenta, cuida a su esposo, a los enfermos, a los niños y a los adultos mayores.

Si alcanza el dinero, contrata a otra mujer para que haga esto por ella, pero el resultado sigue siendo su obligación. Aunque labore en una empresa, llegando le sigue, pero sin sueldo, ni prestaciones, ni reconocimiento. Lo hace por amor, pero este amor esclaviza.

A todas nos han idealizado como la "mamacita santa" que todo lo aguanta y todo lo puede, pero ¿cuántas de nosotras no preferiríamos un cheque en lugar de un pastel el Día de las Madres? ¿Cuántas de nosotras no han querido salir corriendo ante el espectáculo de niños llorando, marido viendo la tele y ropa sin lavar?

Al construir lo femenino como sagrado nos convertimos en seres amordazados. No podemos quejarnos del trato injusto ni de la carga excesiva de trabajo, ni mucho menos denunciar la...

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