Opinión Invitada / Luis Durán: Violencia de género
Autor | Opinión Invitada |
En México, la violencia contra la mujer ha alcanzado niveles brutalmente inaceptables en todas sus manifestaciones: física, sexual, laboral o doméstica.
A pesar de los esfuerzos por combatir este fenómeno, todos los datos indican un aumento alarmante en los últimos años. De acuerdo con información del Inegi, 2 de cada 3 mujeres mayores de 15 años han enfrentado violencia alguna vez en su vida.
Todos los diagnósticos coinciden en que el origen de este problema es multifactorial y de una complejidad pronunciada.
La violencia de género es el resultado de toda una serie de costumbres y comportamientos machistas y misóginos intrínsecos en nuestra sociedad en contra de niñas y mujeres en los ámbitos físico, psicológico, sexual y económico.
Esta violencia deriva de códigos culturales y sociales que otorgan poder y autoridad a los hombres sobre las mujeres, y permite actos de maltrato en el hogar, la familia, el trabajo, los espacios públicos y la comunidad.
La Organización de las Naciones Unidas señala que la violencia contra niñas y mujeres es una de las violaciones a derechos humanos más graves y extendidas en el mundo. Duele constatar que este problema es parte de la cotidianidad en nuestra sociedad.
Debido a la complejidad y gravedad del desafío, avanzar hacia la erradicación de la violencia contra las mujeres demanda asumir responsabilidades y compromisos por parte de todos los actores sociales, comenzando con el Estado, pero también con la sociedad civil organizada, la iniciativa privada y las instituciones educativas, para que cada uno, desde nuestro ámbito de acción, tomemos medidas enérgicas para prevenir, investigar, sancionar y eliminar todos los actos de violencia de género.
Es inadmisible cruzarnos de brazos y permanecer callados sabiendo que cada día en México mueren nueve mujeres víctimas de la violencia.
Las escuelas y universidades deben ser espacios en donde las relaciones entre hombres y mujeres no estén sujetas a los nefastos códigos machistas de poder o a cualquier tipo de prejuicio.
Son espacios por excelencia donde no cabe ninguna discriminación por sexo, y donde el trato y acceso a oportunidades debe ser plenamente igualitario hacia hombres y mujeres.
Los docentes como formadores de niños y jóvenes deben contribuir decididamente a combatir los estereotipos de género en las aulas...
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