Opinión Invitada / Gilberto P. Miranda: Tres fallas en Culiacán

AutorOpinión Invitada

En un país que lleva más de una década azotado por la violencia ligada al crimen organizado, pocas cosas sorprenden.

El imparable conteo de cuerpos aumenta diariamente, al grado de normalizarse en el ciclo noticioso y la opinión pública. Entonces sucedió Culiacán.

Fue prácticamente un episodio de guerrilla urbana: integrantes del crimen portando rifles Barrett, tanquetas hechizas circulando por avenidas, efectivos del Ejército combatiendo en plena calle, civiles aterrados cubriéndose entre los autos o tomando refugio en comercios y restaurantes.

El caos y la pérdida de control en una ciudad entera trajeron de vuelta un fantasma que ha rondado estos tiempos violentos: la doblegación del Estado ante el poderío criminal.

Frente a una crisis de tal magnitud, se dibujan cuando menos tres grandes fallas: una operativa, que fue el detonante del episodio; una comunicacional, por el vacío informativo e inverosimilitud de la primera versión oficial, y una falla político-institucional, que revela el debilitamiento de la autoridad.

La falla operativa. El propio Presidente reconoció que se buscó ejecutar una orden de aprehensión con fines de extradición contra Ovidio Guzmán.

Esto en contradicción directa con la versión que apenas horas antes manejó el Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, en la que supuestamente se "repelió una agresión" hacia elementos que patrullaban la ciudad.

Resulta evidente que era una operación de alto nivel dado el perfil del objetivo y que, al tener fines de extradición, probablemente se realizó por petición (quizá hasta involucramiento) de autoridades estadounidenses.

Aunque el Presidente ha argumentado que la decisión de liberar a Guzmán fue para salvaguardar a la población, no se ha explicado qué fue lo que salió tan mal en el operativo para que se llegara a la necesidad de tomar esa medida.

La falla comunicacional. En comunicación de crisis hay tres principios: sé primero, sé certero y sé creíble. El Gobierno federal erró en los tres.

Ni fue primero, porque dejó correr largas horas sin una versión oficial.

Durante ese tiempo, corrió la especie en forma de videos capturados durante la crisis, información de periodistas a través de fuentes y, por supuesto, desinformación. Es bien sabido que los vacíos informativos se llenan de inmediato.

Ni fue certero, porque su comunicación tardía estuvo plagada de lugares comunes y dejó más preguntas que respuestas.

Después del comunicado del Gabinete de Seguridad la noche del jueves...

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