Opinión Invitada / Eduardo Villarreal: ¿Reinventar la democracia?

AutorOpinión Invitada

Buena parte del siglo pasado la lógica electoral del régimen fue de incertidumbre en los comicios, pero de certeza en el resultado: no se sabía con claridad cómo iban a gestionar (manipular) los votos, pero se sabía que iba a ganar el PRI.

Las estrategias para adulterar las boletas fueron cada vez más alambicadas, pero el objetivo era inmutable: debía ganar, siempre, el partido tricolor. Y buena parte de las instituciones del Estado se encargaban de que el propósito se cumpliera y alzara la mano quien sólo unos meses antes se había destapado desde Los Pinos.

La democratización del País apostó por cambiar la lógica: diseñar un órgano electoral para invertir la fórmula y darle certeza a los procesos e incertidumbre al resultado, logrando con ello cumplir lo que, para muchos, es la esencia de la democracia.

Se trató de generar una colosal estructura que "garantizara" independencia, imparcialidad y certidumbre para que cada voto fuera libre, razonado y se contara bien.

No es éste el espacio para alargar la idea, pero de eso se trató la construcción del IFE (hoy INE) y los diversos instrumentos que se forjaron alrededor de él: financiamiento público a los partidos, sistema profesional electoral, normas jurídicas espesas e innovadoras (con subsecuentes reformas), ciudadanización del órgano colegiado mandante, etc.

A poco más de dos décadas podemos decir, con vastos elementos en la mano, que el sistema de partidos y el sistema electoral mexicano naufraga.

Tenemos campañas que, por tamaño y complejidad, por prácticas enviciadas y por intereses mezquinos, rebasan todos los intentos, nada menores, de fiscalización.

Las elecciones que hoy se celebran en cuatro Estados de la República dan cuenta de eso. Hemos presenciado meses enteros donde los partidos en competencia, las burocracias de los Gobiernos (federal, estatales y municipales) y las estructuras sociales con intereses han dejado de lado una concepción amplia de democracia y se han volcado sólo a ver una de sus caras: la estrictamente electoral.

La elección del Estado de México ha desnudado, de cuerpo entero, las profundas grietas de un sistema electoral que hace agua.

Insultantes carretas de dinero, bienes y servicios que, fuera de la lógica del bien común y del progreso social, de los procesos administrativos que nos hemos dado para intentar producir Gobiernos que ofrezcan resultados, quedan a expensas de una infortunada competencia donde todo vale, incluso aquello fuera de las...

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