Oaxaca: Vibra con su arte y sus fiestas

AutorFlorencia Podestá

Fotos: Florencia Podestá

Huaxiacac, de allí Oaxaca, significa en mixteco "la nariz de la calabaza", y es sin duda una de las ciudades más bellas e interesantes de México.

En el valle central de la Sierra Madre Sur, la ciudad colonial cautiva con su magia precolombina y bohemia, su atmósfera relajada que permea cafecitos, patios sombreados y plazas.

Si hay algo que la distingue son sus fiestas casi semanales, y más ahora que llega diciembre, mes en el que prácticamente hay una cada día, lo que la convierte en un destino muy popular para mexicanos y extranjeros.

Una escena que resume el espíritu de Oaxaca: en la noche seca y cálida la gente se reúne en torno a un escenario montado al aire libre en el Zócalo, la Catedral está iluminada de forma que resalta cada voluta de su frente barroco y en el aire se mezclan las lenguas, el español con aquellas indígenas, el inglés, alemán, italiano...

Estamos esperando el recital de Lila Downs, cantante de madre indígena y padre inglés, nacida en Oaxaca, quien luego de vivir su adolescencia en Londres vuelve a su tierra a hacer música, tomando elementos tradicionales con arreglos levemente jazzeros.

En un instante su voz potente y flexible, que parece brotar de abajo de la tierra, nos conmueve a todos. No todos aquí comprenderemos lo que dice la letra: canta un poema en zapoteco.

Hace unos años, Oaxaca era una especie de reliquia viviente, bellísima y cayéndose a pedazos, tanto que casi daba miedo caminar bajo sus balconcitos barrocos y coloniales.

Sin embargo, tal vez gracias a la mirada extranjera siempre maravillada, los oaxaqueños, que aman y se enorgullecen de su ciudad, trabajaron para detener el deterioro.

Lo que es bastante raro y por eso se aprecia, es que lograron restaurar lo agonizante con extraordinaria sutileza y buen gusto, sin caer en lo "antiguo auténtico kitsch", sin mostrar la mano del restaurador ni buscar dar un "efecto" donde no lo había. El resultado es una ciudad gloriosa, más bella que nunca, que quita el aliento en cada esquina.

Sin exagerar, Santo Domingo puede ser la iglesia del barroco indígena más extraordinaria de México.

Frente a ella los paseantes esperan el anochecer bajo la sombra roja de los framboyanes en flor. La gente se reúne aquí, personas de diferentes regiones del País parecen reencontrarse casualmente en las calles.

Así es esta ciudad: a la ya variada mezcla de idiomas que viaja en el aire desde la conquista de América, desde hace unos años se suman el inglés...

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