Que ninguno se quede atrás

AutorMariana Montes

En una escena que cada vez es más común en la Ciudad, personas que viven con síndrome de Down llegan a su lugar de trabajo, checan la hora de entrada, usan su uniforme, ríen y platican con sus colegas.

Ellos son parte del equipo y tienen la capacidad de realizar tan buen trabajo como sus compañeros.

Y es que una vida plena para las personas con esta condición también debe incluir la opción de tener un empleo, coinciden especialistas.

"Todos tenemos la libertad de decidir si queremos trabajar, estudiar o hacer otra cosa", dice Paola Dantés, directora del Programa de Inclusión Social y Educativa (PISYE) de la Universidad de Monterrey.

"La inclusión laboral es un derecho y la lucha es para que una persona con discapacidad, en este caso alguien con síndrome de Down, pueda decidir en dónde trabajar, y no tenga limitadas sus opciones al decir, por ejemplo, que sólo tres empresas le ofrecen oportunidad".

Ellos suelen ser empleados puntuales, responsables, enérgicos y alegres, cualidades que permean en el resto del equipo, agrega.

Para lograr la inserción laboral de los chicos también es importante trabajar en su autoestima, brindándoles la seguridad de que son capaces de lograr sus objetivos, indica Emma Ramírez, subdirectora de Tedi, asociación especialista en el desarrollo e integración de personas con esta condición.

En este punto, el trabajo de los papás para lograr que su hijo sea más independiente es vital.

"El hecho de que manejen decisiones por ellos mismos hace a chicos más autónomos", afirma Ramírez.

"Esto ayuda a que ya no se crea que son los niños eternos".

Hoy, Día Mundial del Síndrome de Down, conoce a dos jóvenes con esta condición que día a día van con gusto a su trabajo.

Ale trabaja 'como una maquinita'

Cuando ve a un cliente llegar al puesto del Taller de Empleo del Programa de Inclusión Social y Educativa (PISYE), en la UDEM, Alejandra Huerta le da los buenos días y pregunta qué le puede ofrecer.

En este stand se ofrecen desde papitas hasta cacahuates y dulces para los estudiantes y empleados de la institución. Todos los productos son preparados por los jóvenes que integran el programa incluyente.

A Alejandra, de 30 años, no le es extraño PISYE: se graduó de éste en el 2009.

"Estuve en la generación 2005 de PISYE (egresada en el 2009). Me encantaba, me gradué y entré a trabajar en el Taller de Empleo", dice la joven. "Trabajamos como una maquinita, si me dicen 'Ale, ponle los golos (dulces de fruta) a la bolsita, yo lo hago".

La...

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