Muestran penales su nuevo rostro

AutorDaniel de la Fuente

Al evaluar los penales en el Estado, el equipo dirigido por Eduardo Guerrero Durán, asesor penitenciario del Gobierno del Estado, se dio cuenta que el primero que requería intervención era el de Cadereyta.

"Era un rancho", aseguró el hombre que custodió a Joaquín "El Chapo" Guzmán en los penales del Altiplano y Ciudad Juárez, previo a su extradición, al detectar el intento de una tercera huida del centro del que ya se había fugado.

De hecho, "Graco", el perro que vigiló al narcotraficante hoy condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, cuida ahora el acceso a la prisión nuevoleonesa.

Las áreas de comida y talleres en Cadereyta están en buenas condiciones.

En uno de elaboración de carteras y cintos se encuentra el asesino Diego Santoy. Las gafas delgadas no ocultan su mirada aburrida. Colorea con un pincel las esquinas de un cartera.

En otro lado, Omar "El Gato" Ortiz, ex futbolista sentenciado por complicidad con un grupo de secuestradores, afirma tener buen trato. En el pasado motín resultó con lesiones graves.

Como todos los directores, Ricardo Ibarra de la Vega, duerme en el penal. Sólo así pueden asegurar control de los centros penitenciarios.

"Se decía que el más conflictivo era el Topo Chico, pero después de hacer una revisión, nos dimos cuenta que éste era el más conflictivo, porque había varios grupos peleándose el poder", explicó Ibarra.

'ERA UN DESASTRE'

Topo Chico era un desastre, dicen: sobrepoblado -había 3 mil 600 internos-, con tiendas de todo tipo, autogobierno en pleno, secuestros de celadores y extorsiones hacia las familias de los internos.

La primera vez que entró el equipo de Guerrero ni siquiera pudo pasar al área de Ampliación, donde se encuentran los ambulatorios traseros: decenas de presos impedían el acceso.

Juan Martín González, su director, dijo que decomisaron ropa de marca, joyas, lentes, armas, licores.

"Encontramos en un hoyo abajo del concreto un fusil .223, escuadras, licor, whisky Buchanas, cerveza. Los internos hacían fiestas, apuestas", comentó.

"Tenían incluso un centro de monitoreo donde a nosotros mismos nos mantenían vigilados cuando recién llegamos".

Los traslados de internos a centros federales despresurizaron los penales locales. Hoy la población en el Topo Chico es de 2 mil 782 presos y, aunque viejas y descascaradas, las instalaciones lucen limpias.

Su destino tras el cierre del Topo, el próximo 30 de septiembre, González dijo desconocerlo.

"Estoy disponible para lo que el licenciado Guerrero...

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