Su misión: los derechos humanos

AutorMaría Luisa Medellín

La agenda del Padre Luis Eduardo Zavala de Alba es muy dinámica. Tras dar un curso de verano en la Universidad de Yale y celebrar el 15 de agosto sus 25 años de ordenación sacerdotal en Monterrey, viajó a la Ciudad de México para ser sinodal en un examen de grado de una ex alumna de maestría.

Luego se fue a Tijuana a dar una conferencia sobre derechos humanos y el uso de la fuerza en las corporaciones policiales.

De ahí partió hacia Los Ángeles para reunirse con el Arzobispo de esa ciudad, el regio José Horacio Gómez, quien presidirá la Conferencia Episcopal Americana para la Atención de los Migrantes.

Después regresó a su ministerio en la Parroquia Santa Catarina Mártir y al frente de Casa Monarca, cuya misión es la atención de los migrantes.

Él la recibió como Casa Guadalupana, y desde noviembre del 2015 se organizó con un equipo de voluntarios -al principio 5, ahora 60-, que preparan comidas para estos viajeros que vienen huyendo de la miseria y la inseguridad, desde Honduras, Nicaragua y otros países latinoamericanos.

También los asesoran en cuestiones legales y los auxilian proporcionándoles ropa y, en ocasiones, canalizándolos a albergues como Casanicolás, del Padre Luis Eduardo Villarreal, y Casa Indi, del Padre Felipe de Jesús Sánchez; para que reciban hospedaje.

Aunque esto podría ser temporal, porque el 18 de diciembre esperan colocar la primera piedra de un albergue que estaría abierto para el 2018.

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El Padre Luis Eduardo se sale del molde del sacerdote tradicional.

A sus 51 años es atlético y juega tenis a un nivel competitivo. Es doctor en derecho internacional por la Universidad Gregoriana de Roma, máster en derecho internacional en derechos humanos por la Universidad de Essex, en Colchester, Inglaterra, y profesor invitado de la Universidad de Yale desde el verano del 2010.

De aspecto pulcro, pelo entrecano y lentes, su trato es directo y cálido.

Como el resto del equipo de Casa Monarca, se coloca un chaleco verde neón para ir a entregar los alimentos a las vías del tren y a otros cruces en los que suelen reunirse los migrantes.

El sacerdote es hiperactivo y conduce una moderna camioneta blanca a gran velocidad.

Esta mañana, tras estacionarla por Avenida Díaz Ordaz, a unas cuadras de las vías del tren, se acerca a José, Rosy y su pequeña hija.

Están cansados y hambrientos. El Padre Luis Eduardo les entrega botellas con agua y platos con carne, arroz y tortillas.

José cuenta que son de El Salvador, que les robaron en el...

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