MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Francisco Goitia pintó en su Tata Jesucristo uno de los más patéticos retratos del dolor humano en la pintura universal.

Junto a un muerto -igual sería decir junto a la muerte- una mujer se lleva las manos al rostro como para con ellas contener un grito. No lo contiene: lo escuchamos como si el alarido saliese de la pintura, de la tela.

Hace unos días vi en la primera página de los periódicos la fotografía de una mujer de la India que lloraba la desaparición de su hijo. La semejanza con el cuadro de Goitia era impresionante. Las dos mujeres, la mexicana y la india, tenían el mismo rictus de dolor.

Y es que son la misma...

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