Mirador

AutorArmando Fuentes Aguirre

A los 50 años de su edad, Salim ben Ezra se enamoró de una chiquilla veleidosa y llena de caprichos.

Salim era hombre célibe; jamás había conocido el amor de una mujer. Así, la muchachilla hizo de él un guiñapo: aquel gran adalid que sonreía con desdén ante un ejército cristiano temblaba en la presencia de la pequeña fiera que lo dominaba, y que ante sus esclavas hacía que Ben Ezra se tendiera de espaldas en el suelo para ponerle el pie en el rostro, y humillarlo. Y sin embargo Salim solía decir que aquel amor era lo único verdadero que en su vida había tenido.

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