MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Blanca la flor de los ciruelos; color de rosa la de los durazneros...

Cayó el granizo y no dejó flor en la rama.

Este año, entonces, no habrá en nuestra mesa el púrpura aromado de las ciruelas que se llaman como Santa Rosa, ni la aterciopelada piel de los duraznos evocadores de dulzuras de mujer.

De nada sirvió que ante la nube negra un inocente -un niño- hiciera la señal de la cruz con un machete, para cortar la tempestad. De nada sirvieron las rogativas a San Isidro Labrador y a Nuestra Señora de la Luz. Llegó el enemigo mortal y acabó con la promesa de los frutos.

Yo me entristezco. Seguramente se entristecerán también el colibrí y la abeja. Pero don Abundio, el sabio...

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