¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la primera vez que viste la nieve?
Cayó en la noche, cuando dormías el tranquilo sueño de los perros; cuando dormía yo el sueño inquieto de los hombres. El día amaneció y salimos a la puerta. El mundo estaba lleno de blancura.
Volviste los ojos hacia mí como para preguntarme qué era aquello; qué había sucedido. Yo te tomé en los brazos para tranquilizarte -eras un cachorro todavía-, y así supiste que no pasaba nada; que todo estaba en orden. Al rato andabas ya retozando entre la nieve.
¡Qué bien recuerdo esa mañana, Terry! La recuerdo como si fuera mañana. Te veo yendo y viniendo, jubiloso, por aquel blanco territorio tan nuevo para ti. Recuerdo tus ladridos -amenaza...